El encuentro 2
Hace poco me han traído un regalo. Es un pijama de color amarillo. Fue una vecina. Tendrá como sesenta años y es viuda. No está mal, pero, ya no me gusta soñar despierto. Le miro las ancas y son como las de las yeguas. Tiene dos hijos inmensos, morenos ellos… Pero su madre no les ha dejado toda su belleza. Mis ojos al verla se aclaran, pareciera que estuviera en el Edén, desnudo y con el diablo en mis venas… Hasta que se va… Me pongo a enumerar qué es lo bueno que tengo a mi edad… Mi cuerpo es decrépito. Mi cabeza como una calavera. Mi, este, sí… eso, más gastado que manija de ascensor de hospital público… Debe ser la forma de mí hablar, porque ni dientes sanos me quedan… Le hablo de lo bella que es, de lo buena madre, de lo exesposa que fue… Ella me mira y noto una chispa de esas que nacen del alma de una niña… Me quiere, me digo… Siempre compró unas golosinas y las guardo para cuando ella viene a mi cuarto, pues, es ella quien lava, barre, ordena mi cuarto… Le doy y ella las toma como si fuera una perla… Es para usted, que es tan buena y linda con este loco… Y ríe de todo cuanto digo, luego, me habla y habla, y me cuenta su vida al revés y al derecho… Y cuando se calla, yo casi estoy rozando su pecho con el mío… Se para y se dispone a irse… Cojo unas monedas y se las doy, siempre dándoles las gracias y pidiéndole que venga pronto que ya no espero… Se va bamboleando ese hermoso cuerpo de mujer, mujer… Y mis ojos quedan impregnados de su humor, que es de morena, de diosa salvaje… Al poco rato, le olvido totalmente. Cojo mis libros y con mi lupa, leo sin parar hasta que la noche llega…
Aquella noche me puse el pijama que me trajo la mujer. Noté que llevaba unas iniciales de alguien, que no conocía… ¿Los habrá cogido prestado, robado? Pero ¡a mí que diablos me importa!... Eso no le quita nada, así que, me puse el pijama y luego de coger uno de los libros aún no terminado, me puse bajo las sucias y viejas frazadas de algún pariente cercano o lejano… pero, ¡qué es eso de pensar en tantas ideas tristes y pasadas!... Leí durante casi toda la noche y en uno de esas páginas y letras, dormí…
Uno no recuerda más que fragmentos de sus sueños, y sólo por escasos segundos… La cabeza era un tambor, así que a alguien le tenía que echar la culpa… Por supuesto, al pijama… Me lo arranché y lo puse en el tacho… Quién habrá sido el imbécil de dueño… Lo cierto es que me puse mis ropas y cuando quise salir, me di cuenta de que no tenía ningún lugar adónde ir… Caminé hacia mi ropero. Me saqué uno a uno mis ropas y luego, me miré en el viejo y rajado espejo que tenía en una de las puertas del ropero. ¡Dios!... Qué cosa más fea es el cuerpo viejo… Mis carnes estaban amarillentas y secas… Mi cara era un amasijo de arrugas y mi sonrisa era más un llanto triste… Qué me queda, me pregunté… Mis sueños, puede, pero eso dura muy poco… Mis ganas de seguir viviendo… Sí, eso sí… Volví a coger el pijama y sobre la cama desordenada, me eché como todos los días… Miré la ventana que mostraba un día más de vida. Escuché las voces de todo el vecindario y sentí que valía la pena vivir… Un aliento me llenó los viejos pulmones y luego, vino otro y otro, y sin hacer un solo esfuerzo. Sentí que estaba con Dios, y era muy gentil conmigo… Pues eso de ser responsable, ni con mi propia respiración… Ser humano es un regalo del mismo creador…
(continuará…)
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