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Él le había prometido hacía mucho tiempo el viaje.
Ella ya no esperaba nada, sentía la ventizca de la mañana como un anticipo de algo diferente. Ese el momento de las arboledas, de los paseos en trineos, de lo jurado…la vuelta al Lago.
Él repasaba y sonreía como un loco, contó una vez más el fajo de billetes, acaricio su bolso. Sería una sorpresa.
Regresar al paisaje de las cumbres nevadas, como imposibles picos, sueños extraordinarios y lo pactado la última vez que se encontraron en el hotel de Circuito Chico. La maravillosa chimenea silenciosa, con todo el candor de los dos, juntos y abrazándose ante unos quebrachos que chisporroteaban, el fuego y su calor abarcándolo todo.
Las mágicas cenas a la luz de unas cuantas velas improvisadas.
Ella tomó el taxi, hacía frío y llovía. Se montó como una prófuga a la carrocería negriamarillenta. Hacía tiempo que se lo había dicho, “tengo una sorpresa para vos”.
Él tomó el avión, ese mismo día. Presentó el pasaporte.
Ella esperaba su correo electrónico, en la última semana se había mostrado insistente sobre su situación laboral.
Recibió el mensaje, y sin quererlo, ambos sonrieron.
El acorazado voló intrépido entre la tormenta. La estadía en el boing fue desesperante, apuró unos cuantos tragos, pero el estómago y los nervios le jugaron una mala pasada. El temporal, había barrido con unas cuantas señales. Todo parecía un sueño, las venas que reventaban de impaciencia, algunos pasajeros lloraron irremediablemente. Las azafatas calmando a los más desesperados con extrañas sonrisas, y el comandante de a bordo dando las últimas indicaciones.
…Ella no sabía por qué pero en ese instante sintió plenamente su amor. Algo pasó, tal vez su mensaje fue más que claro. Riendo de felicidad, llegó a destino, feliz. Casi sin mirar cruzó la avenida que la dirigía al Aeroparque, como una desquiciada, con una emoción poco explicable y una paz infinita.

Él más liviano, sin el equipaje se encontró un aeropuerto iluminado y un paisaje casi conocido. No sabía si caminar o volar.
Luego se miraron, y se reconocieron. Estaban tan exactos e impecables.
Los dos se abrazaron en una conjunción de felicidad.
Otra vez juntos, otra vez. Casi como locos hablaban y las palabras parecían gestos más que sonidos. Los ojos brillantes y los labios en sonrisas encendidas.
Quizás las promesas no pueden ser prometidas, dijo él.
Quizás lo prometido no eran promesas, dijo ella.
Y caminaron, aunados, flotantes entre la multitud implacable que los atravesaba de lado a lado, una y otra vez.

Texto agregado el 15-08-2013, y leído por 227 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
19-08-2013 Y ahora tal vez si, juntos para siempre. godiva
19-08-2013 Muy lindo relato. Me gustó. suedith
16-08-2013 Hermoso relato...me encantó!! Un abrazo. gsap
16-08-2013 Solo me gustan las historias románticas cuando terminan mal. ARSLON
16-08-2013 Me gustan estos temas porque te hace pensar en muchas cosas de la realidad que vivimos. Me gusta. elpinero
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