La mujer del tren (5)
( Sugonal )
Algo en sus ojos, sus gestos y toda su persona me decian que se trataba de un ser humano al cual debía tratar con mucho tacto. Se notaba claramente que no era de la clase de mujer con la cual se quiere tener un momento de solaz y luego nada.
Continuó mirándome sin hablar y cuando ya comenzaba a sentirme mal, la escuché decir que estaba bien, que saldría conmigo. Me estremecí al oir sus palabras y de inmediato le pregunté si podríamos aprovechar el día siguiente que era Domingo, a lo que me contestó que bueno. Pero no podría ser antes de las ocho de la noche pues tenía cosas que atender.
Lamenté que tuviese que pasar todo el día antes de verla y desaprovechar las horas de luz natural para trasladarnos con calma donde decidiéramos ir. Pero las cosas en la vida - pensé - no son siempre como uno quisiera que fuesen, y sin mayores comentarios le pedí su dirección para ir a buscarla a esa hora. Me dijo que no estaría en casa en todo el día, y que prefería que la recogiera a los pies del cerro Condell, un otero que está prácticamente en el centro de la ciudad, una especie de Cerro San Cristóbal en miniatura.
Llegamos a Curicó. La tarde estaba muy soleada y hacía calor. Entregué el equipaje al chofer de un taxi en la estación. María Ignacia me pidió que la dejara en una dirección que le dió al taxista y luego salimos de la estación. Llegamos a un grupo de edificios de departamentos modernos ubicado ubicado a unos dos kilómetros calculé, del centro. Se depidió de mí con un sorpresivo beso en mi mejilla. Caminó hacia los edificios y la perdí de vista.
El taxi me llevó hasta el Hotel Comercio en pleno centro de la ciudad. No podía apartar de mi mente el fortuito encuentro, y el que debía tener el Domingo por la noche.A las seis de la tarde estaba de regreso en la privacidad de mi cuarto en el Hotel.Prendí el televisor. Al obscurecer fuí al estacionamiento de vehículos del Hotel, un sitio pequeño e incómodo para moverse y revisé el vehículo que estaba a mi cargo sin encontrar mayores novedades. Salí a cenar cerca de las nueve y encontré que estaba todo cerrado. Volví al Hotel y pedí un refrigerio a mi habitación. Ví las noticias y luego una película. Mi mente estaba la mitad en la televisión y la otra con María Ignacia. ¿ Qué estaría haciendo ? Me la imaginé arreglando su departamenteo, cocinando, lavando y dedicada a tareas domésticas que, viviendo sola, le tomaría un buen tiempo.
Antes de dormirme ideé un plan para el día siguiente.En mis conversaciones con los mozos del Hotel me habían dicho que un viaje a Radal y a las grandes viñas, y luego una visita a las caídas de agua de las Siete Tazas en el curso del río Claro, era un excursión que no podía perderme. (Continuará) |