Emborracharme de literatura, pidiendo un poco mas de compasión al bibliotecario por dejarme estar unas horas más en la mesa de lectura. Me pongo los audífonos, y un tema de John Coltrane se desliza de mi oído hasta mi sangre. Mis ojos intentan hundirse dentro de la historia que dejé inconclusa hace un tiempo atrás, mis ansiedad de terminarla y largarme hasta tus brazos era inútil para aquellos que no me conocían y los que sí: era necesaria sólo para mí.
Vos sos, eres, ese sentimiento guardado pero fuerte, que acapara todos los pensamientos al despertar y al deslizarse un rayo de sol por mi ventana en la mañana. Cómo deseo que me des una infinidad de abrazos, de que escuchemos las mismas notas de música que salen de mi obviedad por quererte.
El bibliotecario me sigue viendo un tanto cansado de tenerme aún a las 01:00 A.M.
Y yo te sigo pensando. Cuán frío se siente el invierno sin ti, cuán fría se siente mi espalda esperando tu abrazo repentino. Le abro mi alma a este escrito, un escrito borroso de poder pensarte con la misma intensidad que Coltrane toca el jazz.
Fíjate que nunca supe cómo abrirte mi corazón-nunca sé cómo- pero aún así ya estoy pensando en cómo te abrazaría si te tuviera.
Y estoy tocándote ahora, y estoy abriendo tu ventana, estoy viéndote pestañear con la misma intensidad de siempre, y te estoy abrazando, sintiendo tu alma tiritar al sentir la mía. Te digo que soy el precipicio por el cual decides caer o morir- y tú eliges morir- como si fuera cosa fácil y fuera una estrategia para escapar del mundo. ¡Pero no me toques tan fuerte! –te digo, me mueven el hombro, y yo despierto.
-Señorita, se ha quedado dormida, cerraré la biblioteca.
El bibliotecario había presenciado –pero no introducido a- mi sueño. Le sonreí, recogí mis libros y me fui.
John Coltrane seguía tocando. Este sueño me ha dicho que aún estás conmigo, y no me queda más que buscarte, para completarnos, para revivirnos.
|