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La mujer del tren (4)
( Sugonal )

- ¿ Vino a pasar las Fiestas con familiares en Santiago?- pregunté.

- Vine a visitar a mis padres a los cuales no veía desde hace algún tiempo.

- Entonces no viene a verlos a menudo..

- No; en realidad es la primera visita que lo hago en un año.- Me miró fijamente y supe que había instuido que mi interés iba más allá de una simple conversación, de esas que tienen lugar para no sentir lo lento que a veces pasa el tiempo, para no aburrirse. Luego continuó hablándome.

- Soy santiaguina. Estoy radicada en Curicó hace diez años por razones de trabajo. Y usted, de dónde es?

- Yo nací y me crié en la capital; pero he viajado constantemente en mi vida adulta. He conocido el país bastante bien en todos estos años...perdone la pregunta María Ignacia, ¿ es usted casada ? ¿ Acaso tiene familia en Curicó?

Sentí que había ido más allá de lo conveniente al hacerle esta pregunta. Pero no pareció molestarse.

- Fuí casada y tuve dos hijos; pero ahora estoy sola.- Su voz denotaba una emoción controlada. Me percaté de ello y decidí no seguir haciendo preguntas que pudiesen resultar embarazosas o fuera de lugar.

Cruzó su pierna derecha sobre la izquiera para acomodarse en el asiento y su falda subió a la mitad del muslo. Tenía bonitas piernas.

Me dediqué a mirar el paisaje y ví que estábamos pasando Paine. Me volví para seguir conversando; pero se había dormido. Su semblante se veía relajado y su cabeza reposaba sobre una pequeña almohada que nos habían entregado al inicio del viaje. Su pecho se agitaba suavemente cada vez que respiraba.

La observé detenidamente y por mi mente pasaron muchos pensamientos. ¿ Qué duras circunstancias le había tocado vivir que le habían causado estas cicatrices en su rostro? ¿ Cuánto debió padecer en su convalecencia y cada vez que se miraba en el espejo al ver el daño en su cara?

Por otra parte, el término de su vida familiar ya que recordé que me había dicho que estaba sola tendría que ver con ello? ¿ Cuánto habría cambiado su vida anterior? Volví a mirarla. Dormía profundamente. Abrí el libro que había traído para el viaje, buscando el doblez que marcaba la página donde iba para seguir leyendo. Pero no podía concentrarme. Leía uno o dos párrafos y la miraba. Su posición invariada, brazos cruzados sobre el pecho, manos desprovistas de sortijas, grandes y fuertes, uñas bien cuidadas.

Cerré mis ojos y creo que dormí un buen rato, ya que al despertar y mirar hacia afuera ví que entrábamos lentamente al andén de la estación de Rancagua, ya casi la mitad del camino recorrido. No la ví al despertarme y la busqué con mi vista en el vagón. Supuse que estaría en el servicio higiénico y traté de retomar la lectura.

El tren se puso en movimiento de nuevo y la ví entrar en el vagón. Traía en sus manos dos latas de bebida y me pasó una sin decir nada. Se lo agradecí y su gesto me dió la confianza que necesitaba. Sentía que ya no era una desconocida para mí. En mi interior me parecía conocerla mucho tiempo, y mi curiosidad por saber cuándo y dónde había ocurrido el problema causante de las marcas en su cara, quedó rápidamente en el olvido. María Ignacia estaba más locuaz y comenzó a hablarme de Curicó. Me pregunto si yo sabía que significaba ese nombre en la lengua mapuche. Me dijo que significaba Aguas Negras. A medida que hablaba pensé que mi trabajo no conocía festivos ni fines se semana por una parte, y el sedentarismo al que me estaba acostumbrando por otra, me habían mantenido prácticamente inmóvil sin salir a ninguna parte, guardado en mi habitación del Hotel Comercio en el centro de Curicó desde mi llegada.

También estaba el factor movilización que no era problema pues la Empresa me proporcionaba un vehículo que podría haberme ayudado a recorrer algo más que el centro de Curicó y mi lugar de trabajo, cercano al Club Aéreo que funcionaba en el aeródromo de la ciudad.

Se me ocurrió que una buena forma de conocer un poco más a María Ignacia y así prolongar esta incipiente relación, era justamente pidiéndole, como conocedora del lugar y sus alrededores, que aceptara una invitación y pudiéramos salir juntos. Pero no me atrevía a proponérselo, y en mi cerebro buscaba la manera de hacerlo. Lo más probable era que ella trabajara y su tiempo estaría limitado.

El tren disminuyó su velocidad. Estábamos entrando en la estación de San Fernando y yo sabía que me quedaba poco tiempo. Un par de estaciones más, Chimbarongo y la pasada sobre el río Teno, y estaríamos en Curicó. Decidí ir directamente al grano.

- Me gustaría invitarla a que algún día de estos pudiésemos salir a recorrer un poco para ver algo más de estas tierras las cuales usted después de diez años debe conocer muy bien..- y seguí explicándole que por mi trabajo no había salido más allá del aeródromo.

Sentí algo de aprensión pues noté que me miraba fijamente después de mi invitación, su rostro inmutable. ¿ Le habría molestado que habiéndola conocido tan poco hubiese tenido la audacia de invitarla a salir? Pero sentía que mi interés por seguir viéndola era genuino. No quería perder el contacto, deseaba seguir conociéndola, tener una relación estable. (Continuará)

Texto agregado el 14-08-2013, y leído por 190 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
19-08-2013 Me encanta este protagonista, se atreve, el misterio de ella me hechiza, voy al siguiente Carmen-Valdes
17-08-2013 Me gusta. Seguiré...****** Victoria 6236013
15-08-2013 Wow!, ¿y ahora?. MujerDiosa
15-08-2013 Me gusta la historia. glori
14-08-2013 Justo cuando empieza a ponerse interesante... Habrá que esperar. Saludos kharey
 
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