Fue a inicios del año 2002, si la memoria no me falla. La tarea consistía en presentar un estudio en libre formato sobre los “males” que aquejaban a la sociedad local por aquel entonces. Un grupo de calenturientos adolescentes tuvo la genial e intrépida idea de presentar un mini documental sobre la prostitución, el cual sería visto por todo el salón durante la clase de religión. Años más tarde, el calenturiento que a continuación escribe, recuerda a un personaje muy singular.
Enormes pasadizos separan las filas interminables de habitaciones enumeradas únicamente en cifras par, ya que según el dueño del lugar es de muy mala suerte para el negocio utilizar impares. Una barra repleta de botellas de licor importado y ceniceros a punto de reventar es fielmente capitaneada por Don Erasmo, bartender con más de 30 años trabajando en el emblemático local de la ciudad de la amistad. La noche apenas empieza y todas están en sus puestos, con la mejor sonrisa y parada de calendario de taller mecánico. Desde la esquina más iluminada del lugar, Carmela baila y goza como ella sola. Pasada siempre las 10 de la noche, hora en la que la cosa se pone movida, la charapa de padres piuranos se jaranea entre rubias, líneas blanquecinas y nubes de alquitrán; mientras espera por el parroquiano de turno para alquilarle por 30 minutos top, un poquito de amor disfrazado de “pure passion” a puerta cerrada.
Carmela es puta, y como ella afirma muy segura; es lo que mejor hace, “Aparte de mi arroz con pato, una vez que lo pruebas, no me dejas nunca. Te juro que hasta matrimonio me pides ahí mismo.” Sonríe.
La charapa empezó en el mundo de los portaligas a los 13 o 14, ya no recuerda muy bien. Fue el padre quien la inició en el business debido a la jodida situación que por ese entonces atravesaba la familia. Ella no se hace paltas ni tiene tiempo para rencores, sabe que no le tocó elegir la profesión, únicamente la disfruta a más no poder, o al menos eso dice muy convencida, “Todos tenemos algo de puta, mi vida. No hay porqué sentirse triste o tener pena, sólo hay que saber dejar la chamba en la chamba, si no estás jodida. Por si acaso en mi casa soy toda una lady, si quieres me puedes visitar un día de estos y comprobarlo.”
Por ella han pasado innumerables almas deseosas de satisfacer las más inusuales fantasías. Ha jugado a ser esposa, amante, mejor amiga y hasta jefa. Ella no tiene límites, nunca los ha tenido y sus clientes más fieles lo saben perfectamente. Según ella, “el único límite es tu imaginación, tú pones las reglas del juego y yo me encargo del resto.” Según los comentarios de su fanaticada, como ella no hay dos.
¿Hablar de amores? Por qué no. "Pero claro, tengo mi novio y nos vamos a casar. Es muy lindo conmigo y yo lo amo mucho. También tengo un enamoradito con quien voy al cine y salgo a comer una que otra noche, pero no pienses mal, con ese sólo de la manito…¿El departamento y el auto? Me los compró un coronel a quien veo una vez al mes. Ay, cambia de cara, no es para asustarse. Si te animas, todavía tengo espacio para un amante con cara de gil, así como tú (guiño de ojo asesino)."
Desenfadada, faltosa, fresca, ingeniosa y coqueta a más no poder; así es Carmela, la chica del 202. Conversar con ella resulta toda una experiencia a mis escasos 15. Los minutos pasan y entiendo perfectamente la filosofía "time is money." No me deja ir sin antes confesar su pasión por la poesía, Carmela escribe en sus ratos libres y el novio le ha prometido publicar su poemario como regalo de bodas. Insiste una vez más en llevarme a su habitación, sólo sonrío y prometo volver en otra oportunidad sin grabadora y tanta pregunta.
"Bueno, mucha suerte en tu trabajo entonces, tengo que regresar. Seguro que no quieres entrar ¿no? Anda, anímate. Seamos eternos, aunque sea un instante", me dice.
Cámara OFF. |