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Mi nombre es Laógono, hijo de Onetor. Morí luchando contra los griegos en las llanuras de Troya, en la tarde lejana en que la lanza homicida de Patroclo quitó la vida de Sarpedón, mi amigo.
Así respondió cuando le pregunté su nombre, Mario Requena, autor confeso de la muerte de Humberto Saavedra, (a quien señala como Patroclo) al defender a Eduardo Gallardo (a quien llama Sarpedón). Humberto murió de una puñalada en el pecho, en el sitio del suceso.
Pero me estoy adelantando. Mi antigua obsesión por este caso comenzó cuando recibí orden de dirigir la investigación de un homicidio en la comuna de Vitacura, en febrero del dos mil dos. Cuando llegué al lugar de los hechos, alrededor de las tres de la madrugada, el teniente a cargo de los policías que acudieron al llamado de emergencia me explicó que tenían a cinco personas esposadas, que durante una reunión de amigos hubo una pelea, y que el señor Saavedra ya había muerto cuando ellos llegaron. Agregó que Mario Requena, (a quién tiene en custodia en una habitación separada de los otros) se declaró autor espontáneamente, pero que posiblemente está drogado o ebrio, ya que habla incoherencias sin sentido.
Una vez que me hice cargo, y trasladamos a todos al cuartel, procedí a entrevistarlos personalmente. Comencé con Mario, y ahí fue que él me respondió con este verdadero “pastelazo en la cara”, como se dice. Hice como si nada, y le pregunté qué había ocurrido, con la idea de que explicara cómo se inició la gresca. Segunda sorpresa.
–Sarpedón acababa de morir de un lanzazo en lucha con el fuerte Patroclo, y nosotros defendíamos su cadáver de varios griegos que intentaban quitarle su armadura. Lo arrastrábamos hacia nuestras líneas tirándolo de los talones, mientras nos cubríamos con los escudos, pero fuimos superados. Caí en la lucha, y bajé al averno oscuro con mi amigo – dijo, sin dejar de mirarme con candidez. La actitud del acusado no era distinta a la que tendría si le hubiese preguntado la hora, pero parecía hablarme desde un estado de estupor o lejanía.
A pesar de que en ese tiempo yo tenía más de veinte años de experiencia y había visto infinidad de locos, asesinos, sicópatas y pervertidos de toda laya, este muchacho y su historia no me calzaban con nada, y quedé con la mente en blanco. No supe qué decir.
Opté por salir para entrevistar al resto de los sujetos, de a uno. Estaban muy choqueados, especialmente Eduardo, el dueño de la casa. Hice un resumen: seis amigos comparten un asado en el quincho al lado de la piscina, toman entre todos tres botellas de vino y media de whisky, y alrededor de las 2 a.m., Humberto, un poco pasado de copas, comenzó a molestar o a tontear con un gran cuchillo a Eduardo, (otros dijeron que ambos bromeaban) y Mario, que estaba medio dormido en una reposera, salta gritando como un loco y apuñala a Humberto. Fue demasiado rápido y nadie alcanzó a reaccionar o intervenir. Todos eran profesionales universitarios, se conocían de muchos años, desde los tiempos del colegio, y no había rencillas anteriores ni se había consumido drogas. También verificamos que ninguno tenía antecedentes penales.
Volví a entrar a la salita donde estaba Mario, pero antes de que alcanzara a sentarme, él comenzó a interrogarme a mí. Ahora su voz había cambiado, y sus ojos estaban en este lado del mundo.
– ¿Cuál es su nombre, detective?
–York González– sentí que comenzaba a incomodarme.
– Detective González, ¿sería tan amable de leer mi declaración? – revisé lo que tenía anotado. Mientras leía noté que apoyó su cabeza entre las puntas de sus dedos y comenzó a moverla suavemente, de lado a lado, mirando la mesita. –Debo estar soñando, no lo puedo creer– dijo varias veces, y seguía moviendo la cabeza. Cuando terminé me miró, y vi que su sorpresa era verdadera y total. Parpadeaba mucho, y parecía a punto de llorar, pero logró dominarse. Después de recapacitar un momento, me miró y habló muy pausado, eligiendo las palabras una a una.
–Mire detective González, desconozco lo que pasó realmente, porque estoy muy confundido. No sé nada de esos nombres que mencioné, no estoy loco ni ebrio ni drogado y nunca he tenido alucinaciones de ningún tipo. En tres horas habré tomado dos copas de vino, y nada más. Como estaba muy cansado, quise reposar un rato antes de conducir hasta mi casa, y creo que me puse a dormitar. Supongo que quizás estaba soñando cuando escuché unos gritos, y sobre lo que pasó después, y lo que declaré, no tengo ninguna explicación. Me siento como si recién aquí, en el cuartel, acabara de despertar, ¿Ud. me entiende, verdad? – Hizo una pausa, y su mirada recorrió la habitación– En este momento no sé si los hechos que creo recordar en realidad son solo imaginaciones, o que aquellos que creo que son imaginaciones realmente son recuerdos. Entenderá que necesito pensar, y que no podré decir nada más hasta que llegue mi abogado– y quedó cabizbajo y pensativo.
Me pareció bastante sensato, así que cerré el informe. Al terminar mi turno, en la mañana, ordené el traslado de los detenidos a la fiscalía, y me fui a casa. No pude dormir. El delirio de este hombre, que en todo aspecto parecía ser una persona normal, me quedó dando vueltas. Esa noche, busqué en Internet información sobre los personajes que citó, y como adiviné, todos existían, aunque algunas relaciones no eran las exactas (Laógono no mató a Patroclo, pero en realidad defendió el cadáver de Sarpedón, que había sido muerto por el griego). Y su padre era Onetor, como dijo. Ya no estaba sorprendido, sino perplejo. ¿Cómo era posible que este hombre mencionara a esos personajes, de los cuales nunca supo nada? Lo he pensado mucho, y ya comprendí que, por lo menos dentro de la lógica de nuestro mundo, no existe respuesta.
Naturalmente, tuve que declarar en el juicio, y cuando lo vi, aun tenía ese aire triste y desvalido de nuestra segunda conversación. De todos modos, Mario no se desdijo de su sorprendente declaración, y creo que le sirvió, porque el juez estimó que hubo locura temporal además de legítima defensa, y contra todo pronóstico, fue liberado.
Años después me crucé con él por última vez, mientras vacacionaba con mi familia en Tongoy. Eran las siete de la mañana, y no había nadie más. Estaba en la playa Socos, recostado sobre la arena, apoyado en uno de los codos. En la otra mano sostenía un libro abierto, pero miraba hacía el mar, mejor dicho, el horizonte, o más allá. Lo reconocí desde lejos. A pesar que pasé caminando por delante de él muy despacio, no me vio. Aunque hubiera dado cualquier cosa por conversar con él, no quise importunarlo, porque tuve la extraña sensación de que hablarle hubiera sido como hablarle a una fotografía.
En poco tiempo más, cuando jubile en la Policía de Investigaciones, escribiré mis memorias, y a este caso, que creo que es el más extraño en que me tocó trabajar, le dedicaré un capítulo especial. Lo llamaré El Troyano.

– ¿Sabes, querido amigo? Anoche soñé que estaba rodeado de gente extraña, y todos vestíamos ropajes que nunca vi antes. Tú también estabas en el sueño, pero dormías sobre la arena. Te tironeábamos inútilmente, tratando de despertarte. Ambos teníamos otros nombres, pero no logro recordar cuáles. Quizás, como suele suceder, eran los dioses jugándonos una broma – dijo el hombre, y quedó pensativo, mientras se colocaba la armadura de bronce y las relucientes grebas; luego se ciñó la espada, y tomando el yelmo coronado de negras crines, le sacudió la arena.
–Tal vez bebiste demasiado anoche– dijo el otro hombre con una sonrisa. La llama de la lámpara de aceite que sostenía en su mano, al reflejarse en el cóncavo escudo, relumbró sobre su cara. Luego los dos subieron por la escala de piedra a la gruesa muralla, mientras sus armas resonaban con la cadencia de los pasos. Miraron hacia la planicie. Amanecía, y ya comenzaban a distinguirse las naos entre la bruma, y los griegos entre la alfombra de tiendas y hogueras, sobre la cercana playa.

Texto agregado el 14-08-2013, y leído por 393 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
30-08-2013 No entiendo la siguiente referencia "¿Cómo era posible que este hombre mencionara a esos personajes, de los cuales nunca supo nada?" Por qué si le resultó tan sencillo acceder al protagonista no sería igual para Mario? Por lo demás bastante bueno. Egon
25-08-2013 Muy buen relato, excelentemente bien escrito y la temática que has ideado da para incluso mucho más, aprecio sobretodo tu originalidad y tu empecinamiento en no dejar cabos sueltos en la historia, Un saludo! dromedario81
19-08-2013 Excelente, me ha encantado toda la trama y el giro final muy bien logrado. kokeman
17-08-2013 es una buena historia esa mezcla de mitología con seres reales te quedó muy bien************ yosoyasi2
16-08-2013 No se qué admirar más, si la fluidez de tu pluma que se desliza sobre un cristal, la imaginación férvida que eslabona tiempos y distancias con la facilidad de quien sorbe un refresco en una tarde calurosa, o tu erudita sapiencia, propia de quien ha transitado muchos kilómetros de páginas clásicas. ZEPOL
14-08-2013 A mí también me gustó. Felicitaciones. glori
14-08-2013 Qué buena historia. Me da envidia no haberla escrito. De verdad te felicito te quedó muy bien. Un abrazo. umbrio
 
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