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La caminata fue difícil. Doce mil personas llevan las pocas cosas que tenían. Por delante, fuerte la voz, la conducción Antonio Ruiz de Montoya. No muy lejos, se podía oír el ruido de los hombres y mulas. Tiros de mosquetes y el eco de las siete maravillosas cataratas. Las canoas, hechas con fatigas de largos días de trabajo estaban siendo lanzados uno a uno en el precipicio. La natación, muchos estaban ahorrando y muchos perecerían. Eran los últimos sobrevivientes de una masacre consentido. Volvería a caminar el resto de su vida si es necesario, pero nunca cruzaría a pie y humillado el pueblo de barro crudo. La misión de la Guaira no existia más. Abaeteberaba se sentó en la orilla del río y dijo:

- ¿Por qué nos cazan como animales, Abaeté?

Montoya dirige el nativo, con la toma de nuevo las manos de un hilo grueso de sudor le corría por la frente. Siendo un hombre de profundo conocimiento de la lengua guaraní, conocía todos los acentos, y que significó el menor sonido hecho por los labios de la gente de la gran nación. Imaginado aflicciones que asolaron ese hombre valiente, pero no podía sentir, tanto como se desee.

- Son codicia, la avaricia pura y simple.
- ¿Lo que tenemos de tan valioso para ellos? ¿No tienen ya casi todo nuestro territorio?

Al ver las últimas canoas caer por el precipicio, retomó su puesto de mando. Levantó las manos y comenzó a caminar de nuevo. Al ver que las preguntas no salen los ojos de Abaeteberaba explicó:

- Quieren sus brazos para mover los molinos, trabajar en las plantaciones y criar animales. Quieren tus órganos para satisfacer los deseos más lujuriosos, sólo no quieren sus almas, porque saben que no les pertenecía.

Abaeteberaba profundamente triste. Tomó la mano de una cuñatai que habia sido herida y la ayudó a cruzar el barranco. Al oír los gritos de los pioneros que maldijo al otro lado del río, seguido detrás de Abaeté. Y aún hoy en dia en las calles de la antigua ciudad de barro se puede sentir en cada esquina un final triste. Dicen que son las almas de los que pasaron por prisión. Y para cada uno de ellos, todavía habrá muchas, muchas lunas de tristeza.

Autor: A.J. Galindo

Texto agregado el 12-08-2013, y leído por 130 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
01-10-2013 galindo que escribes hermoso te seguiré leyendo loselegidosdelsol
13-08-2013 Me gustó porque refleja de cierto modo el sufrimiento de nuestros pueblos por los abusos de los conquistadores. Muy bueno. elpinero
 
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