La velocidad no se entiende con esto de los deseos, uno pensaría (y con mucha razón) ¿por qué carajo deberían tener algo qué ver? (pretenciosa). Y en realidad lo digo desde el otro lado, desde el lado donde la velocidad te aleja de los encuentros (o genera otro tipo de encuentros). No es claro. Los comportamientos no acatan ninguna ley específica, sino ciertos patrones de conducción a partir de una programación ya sea voluntaria o involuntaria. No hay de que quejarse (aunque guste). Tampoco hay que dejarse llevar por la vorágine de la velocidad, mi esencia es inmutable (¿no era así?) En el fondo no me interesa (JA!) más que para olvidarme alguno que otro rato del caos que se presenta cada día. Reglas. Límites. Propiedad. Pertenencia. Intento conjurar una relación obvia que no sea dolorosa entre todo lo que acontece, pero me interrumpe el desgano y la pregunta ¿para qué? (cuán recurrente). No veo el sentido de seguir uniendo ningún cabo, el universo lo hace por mi ¿no? Y si me ponen pruebas que venga la siguiente! La mudanza espera, el cambio de piel. Constante transición, movimiento, pero no a altas velocidades (vértigo). El exterior estará mutando en todas sus formas, superando pruebas de distintas índoles, respondiendo a distintos planos, y dicen por ahí que la tercera vez es la vencida. (ojala así sea) Pero aunque no lo fuere seguiré invicta porque lo cierto es que no hay nada que ganar, por lo tanto nada que perder. No se trata de ese tipo de juegos, esto no es una competencia. Las raíces se echan metafóricamente, no hacía falta un verdadero Jardín para dar luz a una buena acción, una buena intención. Pero quizá si era necesario al principio, para hacernos dar cuenta del potencial. Energías creadoras. Encuentros. Si tan solo de eso se tratara... ¿Y si de eso se trata? Me desligo cada vez mas de las imposibilidades. Lo demás no cuenta, no importa, sólo este recorrido que tiene como objetivo el amor (siempre el amor). |