“FORD ESCORT MOD. 98´ IMPECABLE VENDO URGENTE.”
Año 2008:
Todo pasó un día miércoles, el mismo en que mi esposa y yo acompañamos a nuestra hija a inscribirse en la carrera de “Ciencias de la Comunicación”, allá en la Ciudad Universitaria de la ciudad de Rosario (Apodada “La Siberia”, por haber sido construida sobre terrenos baldíos de la periferia más alejada, para después rodearse de impensadas villas de emergencias y formar parte de ella)... Estacioné mi Ford Escort modelo 98´ celeste claro ahí cerca, sobre la calle Beruti y a mitad de cuadra. Anita bajó y fue a Recepción, mientras que nosotros dos no quedamos en el auto creyendo que ese trámite sería simple y rápido. Pero después de un buen rato de tardanza yo me bajé a estirar estas piernas que tenía entumecidas hasta el dolor mismo. Habíamos viajado casi dos horas desde nuestro pueblo, y una ligera caminata ya me venía muy bien, y de paso conocería el barrio que ella frecuentaría todos esos años venideros que necesitaba. Mi esposa a cambio de acompañarme prefirió quedarse sentada, acumulando ganas de orinar pronostiqué enseguida con alguna malicia reservada... Cuando había terminado mis tres vueltas a la manzana, ya apoyado en un acogedor árbol cercano casi una hora después, vi que nuestra universitaria en ciernes volvía con varios papeles en la mano y una contrariedad sostenida en su cara:
“-Vengo a decirles que esto va para largo. Tengo que hacer todo el trámite por Internet y todavía no sé desde adónde puedo...”
“-Mirá, a la vuelta de esa esquina vi un ciber abierto, andá ahí” y para allá fue.
Cuando otra vez estaba demorándose más de la cuenta, mi señora sintió la imperiosa necesidad de salir a procurarse un baño disponible...
“- Justo ahora se te da, si Anita ya debe estar volviendo” le reproché - “¿No podés esperar hasta que pasemos por una estación de servicio cuando estemos regresando? -“¡Es que no aguanto más acá! Y hasta adonde vos decís no llego, te lo aviso ahora...” “- ¿Y adónde pensás ir?.” – Inquirí mientras me despegaba del inclinado árbol que desde un rato largo lo estaba sosteniendo como ha pedido del mismo…
“- Y no sé, en algún lugar debe haber un baño cerca...”.
“-Ir al de la facultad, que no se te ocurra. Por lo que estoy viendo es tan intrincada que entrás pero no salís de ahí ni por casualidad. Y para colmo te aclaro que por aquí a la redonda no vi ningún bar abierto, o algo que se te pueda servir… ” Pero en tres segundos aflojé su angustia por compasión:
“¡ Ah, ya sé donde puede ser!. Donde está Ana deben tener un bañito, o al menos andá y veriguá” Y hacia allá se dirigió también, con pasos apurados y con las piernas entre sus propias piernas...
Y ahí me quedo yo. Apoyado en el mismo árbol y con la vista mantenida en esa esquina donde en cualquier momento deberían aparecer ellas, cada una satisfechas en sus respectivas necesidades. Pero de pronto alguien ajeno alteró esta expectativa. Un hombre, que enseguida de haberme divisado desde aquel mismo lugar emprendió un camino apurado hacia mí, y que una vez arribado con cara de pocos amigos se me despacha así:
“… Y sí, debe ser usted...” -me apuntó a modo de saludo, “por la remera le digo…Me aclaró que tenía puesta una remera colorada...”
“-¿Sí?... y bueno usted dirá, yo no sé. “ Le contesté sorprendido, mientras me frotaba mi remera color bordó como autoidentificándome.
“-Si, recién hablé con una mujer, que debe ser su esposa ¿no?”
“-Y, sí, debe ser...” Balbuceé ya más nervioso. En esos segundos de desconcierto se me cruzó por la cabeza cualquier cosa, lo peor; que mi esposa no se había encontrado con nuestra hija porque ya no estaba, que alguna de ellas estaría descompuesta por ahí. No sé, ya dije lo peor...
Evidentemente el más ansioso por salir de esa confusa situación era yo, pero cuando quise romper ese angustioso paréntesis preguntando algo más, él me ganó de mano intimándome así:
“-Bueno, ¿Está interesado o no está interesado? ¡Lo quiere ver o no lo quiere ver? Vamos, crucemos, que yo estoy perdiendo horas de trabajo, ¿sabe? ” (Agarrándome de un brazo). “-¡ Espere, espere un momentito!” –Me solté sulfurado.” Acá hay un malentendido, y a mí no me empuje así... Paremos la mano y hagamos una cosa; aclaremos esto desde un principio. ¿Dígame primero quién lo mandó para acá?”
“--Nadie me mandó”. Contestó, desconcertándome aún más. “– Entonces quién es usted?” “-Yo soy el que puso el aviso en el diario.”
“-¿Aviso de qué?”
“-De la venta de un Ford Escort modelo 98”. Es de mi señora, y está guardado en el garage de enfrente.” (Como el mío, otra extraña coincidencia que me la guardé, las cosas ya venían bastante retorcidas como para agregar otro dato que no cambiaría en absoluto su abierta incongruencia ni siquiera mejoraría su soberbio malhumor empeñado... A mí ya se me había vuelto el alma al cuerpo sabiendo que todo se trataba de una equivocación, y tenía ganas de reírme a carcajadas, pero cuando vi la cara que puso apenas se lo aclaré me las frustró. Para él nada tendría una gota de gracia ya que siguió con más de lo mismo:
“ ¿Entonces a usted le parece justo?. Hace veinte minutos que estoy esperando a este posible comprador y no llega. Si cuando le reclamé a su propia mujer por el celular me dijo que ya debía andar por acá…Por eso me aposté en esa esquina mirando y mirando para cada lado...Me lo confundí con usted, pero yo no puedo seguir perdiendo más tiempo esperándolo , Tengo que mis cosas que hacer, así que me voy y si se lo perdió se jodió… Y sin siquiera pedir disculpas por el mal momento mío también, se alejó en un Fiat Palio gris que tenía estacionado justamente unos metros delante el mío.
Volví a apoyarme en el árbol. Demoraban mucho y yo ya pensaba irónicamente. Demasiado tiempo para quedarme aquí tan vulnerable y expuesto a que me sigan pasando cosas raras por simple casualidad nomás….
Cuando sorpresivamente escucho una voz en mi costado y viniendo por detrás.. “-¡Hola, cómo está usted, disculpe la demora... tuve un inconveniente... ¿Este es el auto, no?”
Apreté mi espalda contra el árbol y me quedé mirándolo unos segundos sin hablar... Ahora sabía bién qué contestar, pero me tomé el tiempo. Y me reí a carcajadas como un rato antes quise. Impunemente en la cara de este pobre tipo, que no hacía otra cosa que impresionar con esa remera rojo sangre que tenía para que yo no me confundiera con cualquier otro que anduviera por ahí... Finalmente, ante su justificado fastidio lo puse al tanto de todo lo acontecido. Y a él también le pareció una situación extraña pero graciosa, pero sin olvidar a qué venía mantuvo esa franca sonrisa mientras mandaba un mensaje de texto en su celular, y aclarándome encima:
“-Perdón, antes que se aleje demasiado estoy avisándole a esa persona que ya llegué y que lo espero, pero mientras tanto podemos seguimos conversando...”
Milagrosamente ese tipo le prometió regresar, y yo también me quedé más tranquilo. Porque como partícipe involuntario pero necesario ya me estaba sintiendo culpable de tanto enredo creado ahí. Así que:
“-Cómo se dan estos desencuentros ¿no? Parece cosa de no creer...” Comentó él.
“-Sí, la verdad que sí...”
“- Yo creo que este tipo debió haber esperado un poquito más, no le parece. Si él debe vivir en esta misma cuadra, y yo, aunque usted no lo crea estoy trabajando en la otra...en ese edificio en construcción ¿lo ve? “Soy arquitecto y hace meses que ando por acá, pero mire como se nos armó este lío que parece arrancado de un cuento hecho derecho, y a propósito...
“Tiene razón y le tomo la palabra, pero ya así resulta una anécdota increíble…
Los dos vimos cuando el Palio gris estacionaba, y al conductor salir apresuradamente. Con esa mirada adusta suya y una mano en alto desde media cuadra avisó que había llegado, y a mi compañero que apurara su charla conmigo porque era la última oportunidad que le daba. Y este buen hombre tuvo que despedirse de mí cordialmente pero con ese apuro ajeno por adelante…
Entonces me apoyé de nuevo en el árbol para acordarme que tenía que seguir esperando... Esta última etapa se me había pasado gratamente rápida hablando con una persona desconocida pero por demás de amistosa…¡Y por fin! veo a mis dos mujeres doblando la esquina, sonrientes, distendidas con sus problemas solucionados, muy dicharacheras ellas. Y yo con mi entretenido aguante a flor de labios por contársela de una vez por todas.
Cosa de subirnos rápido al auto, arrancar yo despacito, y de advertirles enseguida:
“-Escuchen bien lo que les digo; fíjense enfrente. Miren adentro de ese garaje abierto... ¿Ven ese Escort rojo y esos tipos hablando acaloradamente a su lado? Bueno, cuando crucemos la ciudad y subamos a la ruta, bien tranquilo les voy a contar la historieta que tuve con esos dos imprevistos personajes en pugna...”
(“Cualquier semejanza a una anécdota será por mera casualidad”)
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