"Recuérdame cuando mires a los ojos del pasado..."


Casi al llegar la noche me puse el traje de baño verde esmeralda decidida a abandonar la arena y sumergirme entre sus aguas, sólo por el tiempo en el que el color del cielo me camufla - repetía en silencio.

Los recuerdos alojados en la arena al notar mi osadía gruñen furiosos, se ponen violentos, me azotan las sienes y en su vano intento de bloquear las puertas de escape lanzan con perfidia sobre mi espalda los gritos y las suplicas al milagro que nunca me dió tu nombre.


Ya en la orilla donde se erigen tus dominios contemplo las puertas de madera sólida medio abiertas, mi respiración se agita, mientras mi mano izquierda empuja una hoja con determinación. al ver hacia la línea del horizonte, el fin de tu reino, me estremezco pero mis pies no me dejan retroceder.

Al cruzar la puerta me topo con diez escalones, pequeños cubos que parecían hechos a la medida de mis pasos, alineados perfectos en dirección de la línea costera que baña el Pacífico, sólo el primero de ellos flotaba sobre la superficie, todos los demás estaban sumergidos formando un caminito invisible y oscuro.

A pesar de mi siglo de ausencia las paredes y los detalles antiguos inscritos en ellas siguen intactos, el agua se eleva cincuenta centímetros por encima de mi cabeza y el mundo escondido debajo de ella parpadea de inmediato a verme. Incrédulos de mi presencia, los libros giran sobre sus tapas para mirarme, tienen polvo acumulado de semanas en sus cubiertas. La cama esta intacta y el ropero gime despacito. Los miro desconcertada, me miran acongojados... La mesita de noche indignada y triste susurra: se fue...