Se escuda el alma bajo una cochambre
de piel y huesos; de pieles muertas que son puertas
cerradas, como armarios opacos
donde vamos dejando indiferentes
que se nos empiedre la savia.

¿Pero es el alma -si existe- un lago estanco
de aguas inertes (la mayoría de las veces)
donde la placidez es la aventura
y norma el silencio cristalino,
o por el contrario un marjal desbordado
donde campan a sus anchas los duendes,
los hados, la muerte y sus secuaces, la memoria
de toda la existencia, los sueños y el tiempo
que nos abrasa sin cuartel desde la vértebra?

Entonces -si es esto último-, nos regimos por el caos
de una mente que se alimenta
en un infinito de sensaciones,
que al igual que nos atormenta y nos daña
nos provee de esencias
de virtudes,
de añoranzas,
de esperanzas y desatinos,
de locuras -que en ocasiones- se transmutan en palabras.

Yo no se si dispongo de alma,
pero si de caos -llamémosle así-
que me obliga a adjetivar los sucesos,
plegarlos y lustrarlos para finalmente guardarlos
en ese armario donde irremediablemente
se fosilizan en el boceto continuo
que es la vida.

La pregunta es: ¿Usted, alberga lago o marjal?