Eugenio el grillo llegó muy molesto a la corte del rey,
¿Qué queréis? Preguntó el flamante viejito de traje elegante y bigote cortico,
- No es nada, solo pretendo saber ¿porque has quitado la luz y el agua a nuestra humilde comarca? ¿que de malo hicimos? ¿No te basta con que trabajamos día y noche para llenar de dinero tu arca? ¿En que te ofendimos?
El pretencioso viejo solo se rasca el bigote, silencioso se aleja, se para frente a su trono y enérgico grita:- ¡Que te sucede insolente salid ya de mi corte! Decidle al resto del pueblo que agradezca que a prisión no los lleve, márchate pronto grillo plebe si no queréis que a mis guardias llame para que pases la noche en un frio y lúgubre calabozo-
El grillo enervado, de razones armado, responde: - Podéis llamar a quien queráis, acá los espero, prefiero perder una noche en el calabozo que perder mi dignidad ante un ruin anciano egoísta y belicoso.
Enojase tanto el rey que llamó a todos sus guardias, quienes energúmenos derribaron las puertas de la corte solamente con el objetivo de capturar al plebeyo grillo, quién ágil y escurridizo quedó colgado de una lámpara del techo de un solo brinco, se impulsó tan fuerte que fue a salir por la ventana disparado, el rey mas que enojado no deja de dar ordenes – Atrápenlo! Se escapa!! Ofreceré una gran recompensa a quien logre capturarlo, solo es un insolente grillo, tan preponte sabiendo que es humilde y sencillo! Atrápenlo! –
Obviamente los guardias salieron paso veloz en busca del intrépido pero sagaz animalillo. Mientras tanto Eugenio adolorido pensase únicamente en escapar, corrió y corrió tanto y sin pistas dejar, ni una ráfaga de viento dejo al pasar.
La reacción del rey del bigote cortico y el traje elegante no se hizo esperar, pronto convoco a su ejército flamante para perseguir al humilde grillo, alguien habría de encontrarlo. Sus soldados buscaron pues por ríos y montañas, en casas y humildes moradas, bajo las enormes piedras, en cada cabaña, escudriñaron el inmenso bosque, algunos se perdieron, jamás volvieron, pero nunca con el paradero de Eugenio dieron.
Mientras tanto, en su enorme palacio el rey decepcionado ponía en su regazo una nota que una paloma mensajera hace unos minutos la había entregado. Abrió pues la hoja, la cual recitaba:
- Honorable y dignísimo rey, un cordial saludo desde la lejanía doy a usted. Sírvase saber, que me encuentro muy bien, comiendo manjares, y por supuesto el resto del pueblo también. Comedidamente le comento que mientras sus guardias y ejército estaban en mi búsqueda, descuidó su arca de dinero la cual fue saqueada por los habitantes del pueblo. Así es, sus lujos y tesoros, sus joyas y su oro, ahora nos pertenecen: todo fue planeado, usted aparte de mezquino, ruin y tacaño, es un viejo atolondrado. Mientras se preocupada por perseguir a un humilde e indefenso grillo, el pueblo de valor se armaba y su oro saqueaba, su enorme avaricia no le dejó ver mas, mientras su ejercito me buscaba, el pobre pueblo de joyas sus bolsillos llenaba. Vea pues como siendo tan injusto usted, ahora la vida le da una lección que espero pueda comprender. Los habitantes del pueblo ahora en un nuevo territorio nos hemos establecido, aquí no habrá rey, cuenta nos hemos dado de que quienes nos gobiernan solamente nos quitan el dinero que con tanto esfuerzo conseguimos trabajando, ahora trabaje usted, honorable y dignísimo rey. Le saluda, Eugenio.
El prepotente monarca al ver esto se desesperó y corrió a su arca para ver sus tesoros que por su puesto no encontró, no tardarían en llegar los soldados de la búsqueda y su paga reclamar, al saber que no les podía ni pagar, huyo despavorido y desapareció tan rápido como un silbido. Corrió tanto que no tardó en llegar a otro territorio, allí no seria mas que otro aldeano, ya derribado su emporio trabajaría como albañil para ganar el pan diario. Y así vivió y así aprendió.