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En el rincón del closet de la última alcoba de la casa estilo colonial del vecindario, se encontraba un pequeño cofre cubierto de polvo, cuyo interior atesoraba un atrapasueños con una cuenta color ámbar al medio de la red y decorado con hermosas plumas de puntas blancas. El objeto fue guardado allí la navidad del año pasado, cuando surgió la necesidad de enterrar el pasado junto a todos los recuerdos impregnados de dolor.
El cazador de sueños solía estar colgado sobre la cabecera de la cama de Marian, que pese a su escepticismo sobre el poder de este enigmático objeto, no pudo negar que gracias a él, paulatinamente había dejado de tener terribles pesadillas que la acechaban constantemente desde su Infancia.
Durante años, reinó la tranquilidad en la morada. Y por las noches, era todo un espectáculo, las plumas flotaban al ritmo de espíritus y visitantes del más allá, capturando toda la energía negativa que se concentraba en el ambiente.
El problema surgió a raíz del desconocimiento del tratamiento de este inusual artilugio, debido a que los malos sueños capturados por la malla nunca fueron liberados con la luz del amanecer.
Y una Nochebuena, mientras los habitantes de la casa dormían, los demonios atrapados se rebelaron y lograron invadir el estado hipnótico de Marian, encerrándola en el lugar más solitario y lúgubre jamás imaginado:“su propia mente”. Desde entonces permanece prisionera de sus propios temores. Sonríe, grita, llora y suplica la liberen de ese mundo de sombras, pero ya ni siquiera quedan tenues emblemas de la cordura que perdió.
Ha transcurrido un año y no hay poder humano que logre sacarla de su inercia. Todas las noches, antes de cerrar los ojos, totalmente ausente, ella observa a través de la ventana y saluda a los cuervos que llevan la guadaña tatuada en sus pechos. Extiende los brazos y con una sonrisa mortuoria en los labios, murmura “venid, soy muerte; oíd el eco de los mil demonios que llevo dentro”.
Vuelve el silencio…
Cierra los ojos y queda sumida en total oscuridad, poseída por las fuerzas del mal. Mientras, paradójicamente, el atrapasueños en su escondrijo, guarda toda la luz, ilusiones y alegrías que alguna vez la hicieron sentir viva.
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