Cuando mi madre me advirtió que, habiendo llegado a los 17 ya era hora, yo me pregunte, ¿para que?
Pues para casarte y tener hijos y darnos satisfacciones a mí y a mí mama. O sea, a mi abuela.
Yo no lo podía creer. Entre mis amigas no pasaba eso de que la madre incitara, provocara, que imperativamente había que noviar y casarse y tener hijos.
Pues allí estaba ella a la caza del varón perfecto. Tarea no muy grata, y en especial cuando el susodicho debe tener un buen pasar ser profesional, ser amable, atlético, dócil, proveedor, en fin un semental ja! ja!
Y mi madre no poseía dote para su hija.
No teníamos dinero, bienes posesiones, solo nos teníamos a nosotras tres, las tres generaciones, la abuela la madre y la nieta. Mi madre cosía, lo bajos y los tajos de los sacos, y yo la ayudaba, para poder huir rápido y jugar con mis amigas, a la escoba de quince.
Su propósito, el de conseguir a alguien para casorearme, tuvo su desenlace, un día, en que me dijo que había encontrado al candidato.
Me preparo para la ocasión. No muy deseable, pero un tanto, si. Un poquito de rubor en las mejillas. Una ropita que muestre, pero que no delate...
Ella me había cosido un traje marrón, que yo odiaba. Ese por suerte no me lo puse. Era verano, así que fui vestida con decoro, con un pollerita hasta la rodilla. Y un toque de rimel en los ojos verdes.
Era una cita a ciegas.
El estaba sentado, en una mesita de a dos. Con un libro abierto. Era la contraseña del encuentro, entonces lo reconocí.
Hablamos un poco, y le pregunte a que se dedicaba. No me contesto y pasamos a otros temas. Yo le conté que estudiaba, estaba en quinto Comercial 25.
Seguimos conversando sobre la literatura, que Cortazar escribió Rayuela, y la Maga, ¡que personaje y Oliveira, no le queda corto!
Al final del café con 3 medialunas, no me decía a que se dedicaba, pensaba yo, será ¿algo deshonesto?, ¿algo repudiable? y cuantos años tenía.
Cursaba los 25, linda edad. Y ante mi total insistencia, y ante la incomodad que lo perturbaba, me espeto,
- fabrico inodoros.
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