- No quiero salir lastimada. - susurré a duras penas
- Yo tampoco… - respondió apretándome contra su cadera
Media hora antes había reencontrado mi sonrisa, media hora antes había tenido la oportunidad de huir mientras mis manos excusaban el asalto de las suyas en aquella mesita del Baires, pero su lengua explorando en mi boca le cerraba la puerta a mi mente para que dejara de pedir explicaciones y en un abrir y cerrar de ojos, estaba debajo de sus besos…
Un espectáculo por el que hubiera pagado para ser espectadora desde las sillas del comedor, quizás porque desde allí habría grabado con menos nostalgia como la alfombra de tonos anaranjados era el reflejo de sus ojos ardientes buscando los míos.
Tiró de mis ropas con furia, se arrastraba sobre mí y cuando su olor ardía en mi piel enrojecida, empecé a clavarle mis uñas en el pelo. Mi cuerpo reaccionaba en un acto de correspondencia, lo dejaba arrebatarme el labial, dominar, dominarme, despeinarme y me nublaba entre sus susurros.
Él me significaba un salto al abismo, la terapia recomendada por mi terapeuta para cerrar el ciclo de idas y venidas.
Ese hombre, podría ser la solución a tu masoquimo y una alternativa. O le abres paso a él y su lengua exquisita o le abres la boca al ritalin, pero ¡por un carajo! ¡Decídelo de una vez por todas¡
Su aliento caliente en mi boca me gusta. Me posee, lo dejo. Mis pies se sostienen al filo de la nada. Sigo su ritmo, rodeo su cuello con mis manos, le suplico, inspiro profundo, me dejo ir…
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