Nunca intenté comprender las vicisitudes de la vida
ni el significado de un adiós.
Hasta que vi como iba desperdiciando los segundos
Hasta que no pude reconocerte en medio de la multitud.
Pasó mucho tiempo,
para que me diera cuenta de que no todo necesariamente pasa por algo.
Que era yo el que me había dejado ganar
por dejar que la soledad se convirtiera en mi compañía favorita.
Era yo el que había dejado de luchar por la vida,
el que nunca dejó de morir por ti.
Y aunque ya no digas nada
y el recuerdo de tu voz sea lo único que quede
no dejaré que sigas atándome al pasado.
Hoy decidí, querida, asesinarte en pensamiento.
Renacer y volver a sonreír.
Texto agregado el 01-08-2013, y leído por 205
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