!CUMPLEANOS FELIZ!

Durante la celebración del cumpleaños de mi mamà, como era de esperarse, ella empezó a tener un ataque de tristeza, así como de soledad e ira. De alguna forma, quería sentirse mal, buscaba motivos para “aguar” su onomàstico, aunque búscase indirectamente convertirse en el punto de referencia.

Faltaba poco para gritarle, sin necesidad de que me esforzara, pero, me di cuenta que era su cumpleaños y tuve que contener mi ira, así como mi exaltación y salí del baño, donde ella se pintaba los pómulos del rostro.

Pero, como toda parèntesis tiene una explicación simultànea, al poco rato, como si nada hubiera pasado, empezó a reír, posaba para las fotos, descubriendo su alegría, entre esos dientes blancos de cincuenta y cinco años.

Tal vez, por eso me gusten los cumpleaños, porque te sientes feliz. Recuerdo, que al tener doce años (empezaba la adolescencia), me obsesione tanto con los cumpleaños, que cada año, cada celebración personal siempre acababa mal. Una vez, mi padre me grito frente a todos mis amigos y amigas, el siguiente año no aceptó ninguna gota de alcohol (aunque tuvieramos màs de 18 años) y el siguiente se planto como un árbol delante de la torta, debajo de las luces psicódelicas y mostrándonos autoritariamente a todos a todas su postura de soldado mal geniado y poco patriótico.
A pesar de esos traumas juveniles, proprios de mi alma cumpleañera, !Me gustaban los cumpleaños!, no sólo por mi interès narcisista, de ser el centro de atención, sino porque alguna vez imaginè que el chico que me gustaba (en ese entonces), se portaría galante, caballero conmigo. Obviamente, eso no fue así, ya que para mí en ese entonces, era todo inversamente proporcional.

Para culminar, otro argumento reiterativo a mi interès cumpleañero, es la felicidad, la alegría, la especie de comitiva ad honorem que se prepara, la disposición sin precio, si no hay payaso, no importa, si no hay una torta rica, no importa, a cambio de ello, nunca debería faltar el buen amor, los gritos escandalosos, las carcajadas, los abrazos (miles de abrazos), los besitos volados, los bailes (infinitas formas de moverse), el sudor, tanto sudor, las ganas de divertirse un ratito, !un ratazo! y de nuevo la voluntad de galantear, de enamorar, de reír.

Dejemos por lo tanto, a nuestros deseos gozar de esos cumpleaños que serán infinitos; si lo deseas todos los días, a cada hora, hasta el final de nuestros días y probablemente mejor disfrutados, despuès de una odiosa, dolorosa y pesumbrosa caída.