Pablo no es nada contra tu persona, pero todo “se paga” en la vida. Excepto el aire.
La ciudadanía está cansada de no tener bienestar social, o que las políticas sean precarias. ¿Y por qué pasa eso mi público y poco estimado parlamentario?
Porque estamos insertos en un sistema donde la burocracia y la sobreproducción con bajos resultados reduce al mínimo el tiempo que, desde hace mucho, las personas tienen para vivir sus vidas.
El ser se la pasa trabajando, y en alguna lejana vez quizás pueda sumergirse en la vida contemplativa. Sin embargo no quito lo digno que hace a las personas la perseverancia y el trabajo. Lo que pasa es que desarrollemos nuestras capacidades en un entorno donde la disposición de la familia y los tiempos propios sean dignos de vivirse y disfrutarse con alegría y paz.
Los complicados procesos, las filas, los ornamentos públicos habitualmente dañados por manifestaciones son parte de la poca visión de bienestar social que lleva intrínsecamente este fenómeno de destrucción y furia sobre la vida. Tomás Hobbs, filósofo inglés absolutista, dijo alguna vez que el hombre es el lobo del hombre. Y por alguna razón me hace tanto sentido hoy.
En una parte los destructivos y por ende erróneos reclamos colectivos son parte del poco interés en las políticas públicas que desde hace mucho son corrompidas en demasía por parte de quienes se dicen representarnos. Por otro lado el analfabetismo hacia el respeto y la satisfacción de la destrucción por si misma se presentan en consecuencia de las deficiencias educacionales, rabias asertivas y válidas de desigualdad y, a veces, ciertas chabacanerías idiosincráticas chilenas.
El actual sistema es el reflejo del abusivo y corrupto capitalismo, vinculado a un aletargado status quo. Una alternativa para quienes pueden desbalancear el festín económico que algunos llevan en gracia.
No desmerezco el esfuerzo de quienes con sus propios brazos fructificaron empresas que quizás hayan recorrido el camino de priorizar el valor de la responsabilidad con la naturaleza, las personas y el digno trabajo en armoniosas condiciones. Pero si caigo en tormento a quienes a raíz del sudor de otros haya logrado el éxito dentro del actual sistema.
Tal éxito, al ser negativamente ambicionado, pasa a ser un dulce elixir para este sistema, pero una aberrante argumentación para las principales y básicas necesidades humanas.
Cuando nos enfermamos, entendemos que el dinero sólo es un fiel reflejo monetario de las cosas materiales a las que podemos acudir. ¿Y si vives en un sistema donde el dinero no tenga que intervenir en el alivio de nuestros dolores e intereses humanos? ¿Cuánto vale el cariño que les das a tus hijos?
Te invito a entender que la vida es una de aquellas cosas que no tiene precio ¡Entonces no le pongamos precio!
“Por un Chile más justo” tu enfoque es tan errático como el del resto de tus “amigos” del Estado, institución que ahora pertenece a los partidos, siendo que Constitucionalmente, y más aún, socialmente es prioritario para la ciudadanía.
Ahora, no confundamos las cosas. Es cierto que 17 millones de personas, perdóneme es que me basé en el INE, otro problema que pasó por su lado y escapó con una facilidad envidiable. Pues bien, le decía respecto a los 16 millones, si no me equivoco, que quizás no se pondrían nunca de acuerdo en liderar los intereses del país o tal vez la situación se tornaría un poco caótica.
También es cierto que el abastecerse de conocimientos y capacidades para legislar es condicionante a la hora de gobernar una nación. Pero partamos por lo básico:
Que la ciudadanía elija verdaderamente a sus representantes y que los representadores trabajen para la gente y no para los partidos. Una vez iniciado ese proceso me avisas y nos reunimos en torno a otro café para seguir conversando de tan imperioso asunto.
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