Leí hace tiempo, un poema de Alfonsina Storni que se llama “HAN VENIDO” del cual sólo recuerdo esta estrofa: “Hoy han venido a verme mi madre y mis hermanas. Hemos comido juntas en la pieza más tibia de la casa. Cielo primaveral…para mirarlo fueron abiertas todas las ventanas.” Atemoriza, la posibilidad de que el hombre pierda aún más su capacidad de sentir, de soñar, de darle a la vida otra trascendencia que el mero transcurrir, acumular riquezas, sentirse frustrado cuando van mal sus negocios…No quiero hacer simplemente una enumeración de catástrofes, sino tratar de concientizarnos de lo que podremos esperar del próximo siglo según cómo sepamos encarar los problemas que existen en el presente.
En el orden Universal se ha roto la armonía, la interrelación entre el planeta Tierra y el Cosmos. Se ha invertido el oro de la espiritualidad, por el denso materialismo. El actual sistema alienta el consumismo, hace perder de vista al HOMBRE, a su esencia. Se reniega de todo aquello que sensorialmente no reditúe placer; exacerbando la competencia desleal y la falta de auténtico aprecio por el otro, de los otros quienes son en realidad una suma de mí mismo.
Esta loca humanidad careciente de amor, de entusiasmo, de verdadera felicidad ésa que sólo los niños conocen; está colocando al planeta en un grave y difícil trance: la extinción de la vida en la Tierra. Sin embargo, en medio del caos, me queda una gran esperanza: DIOS, tal como cada uno lo conciba. El creó todo lo que existe y no permitirá que la obra de sus manos sea destruida por fuerzas siniestras que sólo persiguen su propio beneficio a costa de cualquier cosa, aunque ellos mismos sean víctimas de su ambición.
Todo esto en lugar de producirnos pánico, debería ser el toque de atención que nos dispusiera a ayudar, cada uno desde su posibilidad, al plan Divino, tratando a todo ser viviente con amor, respeto y consideración. Y a nuestro único y verdadero Hogar, la Tierra, con más razón, porque él nos regala desde el esplendor y belleza de paisajes hasta seres humanos que aún conservan amor por el prójimo, por las artes y por los verdaderos apóstoles de este siglo postrero: médicos, científicos, filántropos en fin, tantos otros que ejercen buenas obras en forma anónima.
Todos ellos serán quienes colaborarán con los “Maestros” de sabiduría para “salvar” al planeta. Deberíamos donarnos sin egoísmos para iniciar y proseguir de la mejor manera ese tan ansiado y temido Siglo XXI.
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