Lucia, pensó con toda su sensatez, que se puede abandonar el lugar donde se vivió media vida, pero no se puede evitar el seguir arrastrando una larga secuela de recuerdos."
Había llegado de la ciudad capital, donde el vértigo y la fatuidad, se volcaban en lo cotidiano, en la inmediatez de la reproducción ampliada de la vida, dejando a los sujetos vacíos por dentro.
Es decir conseguir un trabajo de doce horas, ganar una miseria, que no sirve ni para pagar el alquiler, de una pieza desvencijada hurtada de la humedad, a los pies de la autopista que aturde día y noche, y de los autos veloces que fulguran con sus leed de luces.
Por lo que tomo el tren y se vino para el rancho de sus padres, donde la miseria es la misma pero es de uno, donde la quieren por lo que una es y no por lo que ostentas. Y se calzo las alpargatas negras y a jugar con las gallinas.
Lucia había dejado la ciudad pero no sus recuerdos y su secuela, por lo que habiendo pasado una noche furtiva en la piel de Andrés, donde las desnudases se nutren de la humedad y los filtros sociales desaparecen, y la sensación de cercanía minúscula, anida en la memoria. Al tiempo un aletear de mariposas le revelo, lo que su intelecto aun no percibia.
Por lo que el traslado de los dos se produjo al compás del traqueteo del ferrocarril que lleva pasajeros lejos del poder, al exilio.
Todo acontecimiento es y en si mismo un recuerdo…
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