Es un día especial, una mañana preciosa de enero, estoy recreando mis ojos frente al mar. Los aromos impregnan el lugar, con una taza de café que bebo con placer en mi balcón que se nutre de magnolias.
Siento en mi piel un fuego intenso, el sol cae a pleno sobre mi cuerpo, la brisa se entretiene con mis cabellos de plata, y me llega la música desde mi atelier, donde deje mi cuadro poético descansar de mis arrebatos.
Veo las olas crecer y sus cristalinas aguas salpicar el muro que las contiene, cada rayito de sol que las besa se convierte en una bella piedra de jade, mi imaginación va junto a la realidad del momento. A lo lejos miles de pájaros pasan batiendo sus alas en busca de nuevos horizontes. Regresan a mi mente aquellos versos del ayer que como aves volaron buscando la libertad. Amo las cosas simples de la vida, en ellas me encuentro siempre cuando mis actos se despistan. Se que somos humanos y nos equivocamos en muchas ocasiones.
Son tantos recuerdos, es tan hermoso sentir que el tiempo pasó como pasan esas aves dejando una huella invisible, pero que están en mi interior.
Hoy, mirando este sol que me abraza, este mar que me envuelve con su manto de cristal, mis flores, mi música y mis creaciones, me dicen que todo está donde debe. El silencio se presta a recordarme que mi deber me llama, me despido del imaginario cuadro, abandono mi posición recreativa y regreso donde me espera mi querida y luchadora máquina, donde las palabras fluyen sin tiempo ni olvidos.
MARÍA DEL ROSARIO ALESSANDRINI
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