Semillas - Capítulo 7 (final)
Los tíos habían logrado organizar a los diferentes grupos de sobrevivientes, habían elegido los mejores lugares para sembrar y la lluvia había vuelto, los frutos secos y las primeras semillas sirvieron de alimento. Habían aprendido a purificar el agua con arena y llevaban una vida simple, comunitaria, silvestre, no había violencia, no había peleas, algo habian aprendido después de todo con tanto sufrimiento. Los tíos habitaban en una inmensa caverna donde habían ido equipando su laboratorio.
En el segundo viaje fui yo, quería saber cómo era que la tía Claudia se había comunicado conmigo y ella era la única que podía responderme, nos abrazamos los tres muy apretado y me daban las gracias por reunirlos con sus hijos, pero el agradecido era yo que siempre estuve solo y ellos eran mi familia.
Pero no me supo dar respuestas. Ella nunca intentó comunicarse conmigo, ya se habían hecho la idea de sobrevivir como se pudiera, hasta que después de diez años la máquina les trajo a Danilo con ellos.
Pero hay un escrito me dijo, que quizás te de la respuesta, cuando vuelvas busca un libro de profecías que también está guardado en el cuarto de las semillas, ahí habla de un vigilante del tiempo.
Ya casi habíamos trasladado todo, sólo faltaban los seres vivos, la comunidad del nuevo mundo al otro lado estaba floreciendo, literalmente. Llevaban casi diez años de luz continua, con dos estaciones marcadas, invierno que poco a poco se hacía más lluvioso y un verano duro y muy caluroso, por mucho tiempo debieron racionar el agua. De las casi setenta personas que habían sobrevivido, hoy se le sumaban una treintena de niños. En este mundo desbastado, la esperanza y el amor los mantenía erguidos, quisieron guardar en la memoria los hechos del pasado, aunque la destrucción provocada por ellos mismos no era su mayor orgullo, no querían olvidar, era necesario recordar para que no sucediera de nuevo.
Pero la función de la máquina no se le reveló a nadie, los tíos ya no querían volver y Danilo después de decirle a Susana que no eran el uno para el otro, tomó lo absolutamente necesario y se fue definitivamente a la comunidad, necesitaban gente como él para ayudar a construir este mundo nuevo.
Yo sigo aquí, en mi casa, bueno en la que era la casona de mis tíos, soy el Guardián del Portal, lo leí en el libro, sabré exactamente cuándo será necesario volver a usar el armatoste que construimos, sólo yo sé que existe de aquí de este lado, pues el Profesor Torres que era el otro que sabía, falleció hace unos días de una infección pulmonar. Allá, ellos tres, los tíos y mi amigo Danilo. De vez en cuando viajo a llevarles algo que les haga falta, remedios, vacunas y algún regalito.
Pero quiero irme con ellos, y para hacerlo debo destruir el portal para que nadie más pueda cruzar, no es egoísmo, nos es vanidad, es que no podemos cambiar la historia, lo de la guerra y la destrucción que vendrá, pero ya hicimos todo lo necesario para reconstruir el futuro.
Me llevo toda la información necesaria por sé que alguna vez habrá que construirlo nuevamente, lo depositaré en un lugar oculto a la gente común y buscaré la forma de que sea recibido este legado, como lo hicieron los antiguos que lo crearon permitiendo que los tíos lo recibieran y luego nosotros. Antes de irme, daré una vuelta por la ciudad, beberé algo de champaña, compraré algunas botellas para mis amigos y unas copas para celebrar, ah y algunas parras de buena cepa, creo que a ese nuevo mundo le falta algo de buen vino.
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