Eulogio López, era el hombre más querido y respetado en el pueblo de Cornellón (nombre inventado) generoso y de mejor corazón, acudía presto y veloz a socorrer las necesidades de sus vecinos, no se le podría considerar acaudalado pero lo poco que tenía, bien administrado le permitía mantenerse y mantener a unos y otros.

Debido a un desembolso cuantioso e inesperado en beneficio de uno de los lugareños, D. Felipe el párroco, el más rico del pueblo, heredero universal de todas las beatas solas y desamparadas (a las que consolaba si estaban en edad de serlo y desplumaba indistintamente) que era dueño además de un carácter “endemoniado” al que no se podía contradecir so pena de ser publicado en la homilía de los domingos, con calificativos descalificativos y otras lindezas, parece ser… y hablo por boca de ganso (Manoliño) que el párroco se había metido en una timba de Póker en la que perdió hasta la sotana, y viéndose acosado y amenazado por el “beneficiario” de su mala suerte, un hombre sin corazón se vio abocado a pedir ayuda a la persona más generosa y discreta del pueblo.

Por este motivo Eulogio “el bueno” (así se le conocía) atravesaba por serias dificultades económicas, la transferencia que recibía mensualmente de La Argentina (fruto de la inmigración) no llegaría hasta dos semanas más tarde, él era hombre de poco comer, ningún beber (excepto agua del grifo) y carente de vicios (TODOS… que os conozco), pero muchas familias dependían de su auxilio para sobrevivir y su dignidad (de la que iba sobrado) le impedía comprar a crédito.

La iglesia estaba cerrada Eulogio rompió un cristal de la ventana de la sacristía y consiguió abrirla, a oscuras se dirigió a los cepillos que fue vaciando uno tras otro ya había terminado cuando una voz a sus espaldas hizo que se le paralizase el corazón –que haces? No estarás robando? – recobró los latidos cuando descubrió a Manoliño un joven de pocas luces (a penas la llama de un vela iluminaba su pequeño cerebro) el muchacho había sido “recogido” por el BUENO cuando se quedó huérfano y ayudaba en la parroquia haciendo las funciones de monaguillo, empleado de la limpieza, recadero, etc. Eulogio pillado con las manos en la masa con un hilo de voz respondió-¡!No hombre!! estoy realizando la obra de Dios -¡!Ah bueno!!- respondió el muchacho que se fue silbando como si tal cosa.

La parroquia se despertó aquella mañana con un revuelo inusual, los feligreses fueron despertados a campanazos por un D. Felipe indignado, la iglesia se llenó en pocos minutos, el párroco comenzó su alocución con un estentóreo ME HAN ROBADO, ESPERO POR EL BIEN DEL ALMA DEL QUE HAYA SIDO QUE LO DEVUELVA DE INMEDIATO, un silencio sepulcral recorrió las bancadas, nadie se movió, Manoliño sentado en las primeras filas se puso en pie al grito de… YO SE QUIEN FUE, todos lo ignoraron y el cura prosiguió con su discurso, nuevamente interrumpió el joven “deslucido” –YO SE QUIEN FUE- esta vez si le hicieron caso, todos los ojos se clavaron en él, Eulogio pedía en silencio a la imagen del cristo crucificado que presidía el altar (feo con avaricia “un verdadero cristo”) que la tierra se abriese a su pies, D. Felipe le dio la palabra-HABLA MANOLIÑO, QUIEN FUE?- Y la respuesta no se hizo esperar –FUE OBRA DE DIOS-