Tuve que abriros... nunca supe deciros que no.

Corrí las cortinas, rompí los cristales, quité los cerrojos y allí estabais vos..,

Con esa melosa sonrisa me embaucó como a un oso...

Un fulminante haz de luz surcó indómito el colorido jardín marchitando las radiantes flores flotantes dek aureo y espumoso manantial en que se había convertido tras los últimos gemidos de la ignéa tormenta...

Casi al mismo tiempo aquel irrefrenable resplandor causó estragos en mi tenue y lugubre salón bajo la forma de una interminable vibración.

- No era necesaria tanta seguidad - susurró quedamente con una desprovista sonrisa... tenía razón.

Inmerso en mi congoja chasqueé los dedos y un par de copas de licor de violetas, burbujeantes, se materializaron sobre la mesa que instantanea y mecánicamente se hirguió por si sola como una enrabietada autómata.

-Bebe querido - ordenásteis imperiosa, acariciando con parsimonia el borde de la copa mientras dejabais caer con meticulosa sofistificación unos diminutos ácaros de miel y ponzoña fermentados en el umbral de vuestras óseas yemas.

Alce la copa con mano temvlorosa, la mesa chirrií incapaz de soportar la presión, y se desplomó.

- Chin~chin - sonreí, cruzamos miradas unos interminables minutos... y bebí.

Nunca supe que ocurrió después.
Tan solo escuché sus gritos taladrando mis oídos con desesperación...