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Era la época de la secundaria, pleno inicio de clases y yo como todos los demás de primer grado temerosos de lo que vendría, se acaban las clases todo el día con un mismo maestro y entrabamos a la etapa de 12 maestros distintos en la semana, uno por materia.
Siendo un poco tímido y con el entorno totalmente nuevo evité acercarme a alguien y esperé a que sucediera. Fue así que pasados unos minutos alguien inició una conversación conmigo:
- Hola ¿como estás?, mi nombre es Alberto
- Qué tal, el mio es Adrián, ¿de que escuela vienes?
- Vengo de Tlaxcala y soy nuevo en la ciudad ¿y tu?
- Yo si vivo en el D. F. y vengo de la Escuela de aquí al lado La primaria Madrid
- Bueno pues a ver como nos va con estos gueyes, me refiero a los de segundo y tercero, dicen que siempre la cogen contra los de primero.
Y así fue que iniciamos una buena amistad que nos permitió compartir muchas aventuras y conocer cosas nuevas; entre otras: bromas, escapadas, idas a la “pinta”, también nos iniciamos en el conocimiento del genero femenino, las fiestas y las peleas callejeras.
Alberto era un chavo de 13 años que parecía de 15 ya que por su constitución física se veía grande y robusto, tenía un diente de oro y un labio que había sido golpeado por las patas de su caballo cuando lo estaba enseñando algunos trucos de exhibición.
Como buenos principiantes en todo un día subimos al pretil del taller de carpintería de la secundaria, nos escapamos de clase y nos fuimos a fumar lejos de los maestros y las clases. En eso estábamos cuando se oyó en toda la secundaria a través del sonido local la voz de la Subdirectora, la maestra de español: esos dos jóvenes, Alberto y Adrián que están fumando en el pretil de la escuela, hagan favor de pasar a la dirección.
No sabíamos como nos habían descubierto, hasta que bajamos de ahí y ya estando en el patio vimos que al frente del pretil estaba la escuela primaria Madrid y en uno de sus salones en el cristal se reflejaba todo lo que había del otro lado.
Nos llamaron fuertemente la atención, nos pidieron que lleváramos a nuestros padres y nos bajaron la calificación en conducta y por supuesto en la clase de español.
Un mes después, Alberto dejo de ir a clases, todos nos preguntábamos unos a otros la razón de su ausencia, luego nos enteramos por un periódico que en el patio de su casa estuvo disparando con una escopeta a los pájaros, una bala paso la barda en donde una niña estaba mirando por un orificio. Alberto ya no regreso a clases.

Texto agregado el 22-07-2013, y leído por 145 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
22-07-2013 Muy amena la narraciòn. con un final marcado por la violencia en los adolescentes, nostalgia y actualidad.5 estrellitas. idmacastro
 
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