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Nunca antes había pasado un noche tan angustiante. Cada minuto que pasaba imaginaba una gran cantidad de malas situaciones. Entre el cansancio natural de la madrugada y el sobresalto constante pasaron largas e interminables horas.
Los malos presagios se presentaban uno por uno y luego se agolpaban en mi cabeza todos a la vez. Fue entonces cuando perdí toda la calma de que disponía. Entre sueño y pesadilla todo ese tiempo la desesperanza se apoderó de mí.
Intenté comunicarme por teléfono, pero en todas las ocasiones lo único que obtuve fue la información de que el teléfono estaba fuera de servicio. Fue entonces cuando hablé con algunos de sus amigos más cercanos, los cuales lo único que me dijeron fue que hacía ya varias horas que lo habían dejado en ese lugar y que después de eso ya no supieron más de él.
Mi dañado y desesperado estado de ánimo, así como mi ilusión por que nada malo le hubiera pasado me hizo que saliera a las calles a ver si en alguna de ellas se encontraba. Mi esperanza era que hubiera llegado hasta ese lugar, que el sueño y el cansancio lo hubieran vencido y que se encontrara descansando en su automóvil como en otras ocasiones ya había sucedido antes.
Recorrí varias calles sin contar con suerte alguna. Mi cuerpo en ese momento se sintió endeble, las piernas casi no me respondían, me temblaban constantemente y el frío del aire del amanecer me golpeaba fuertemente la cara.
Fue entonces que regrese a casa y trate de mantener la calma y descansar, sin embargo, el simple hecho de saber que él no estaba ahí hacía que la tensión de mi cuerpo no me permitiera descansar ni un segundo.
Sola y sin poder comentar con nadie lo que estaba pasando me quede despierta y atenta a la espera de que alguno de los teléfonos sonara y fuera él quien me llamara. Luego, ya cerca de las nueve de la mañana cuando el sol se había metido a mi habitación escuche un sonido en la puerta, corrí para recibirlo, pero… no era él, era el vecino que salía de su departamento.
Pasaron varia horas más sin que la situación cambiara y luego estando sola, desesperanzada, con una enorme angustia y en un estado de indefensión total, sonó el timbre de la casa, mi alma regreso al cuerpo con ese bendito sonido y deje de pedirle a todos los santos y a mis muertos que me ayudaran a encontrarlo, sin embargo, los hombres que llegaron lo único que me entregaron fue una carta. Después de leer esa carta toda mi vida cambio, desde entonces no he vuelto a sonreír y ahora vivo en un lugar que no es mi casa.

Texto agregado el 21-07-2013, y leído por 193 visitantes. (0 votos)


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