Este cuento surgió en la inspiración de esta tarde lluviosa. ¿Tenebroso? No, sólo fue un instante de oscuridad en un abrazo sepulcral.
Me encuentro caminando por un sendero amplio. Todo está obscuro. Se escuchan crujidos de ramas, susurros ininteligibles, siento la extraña sensación de que alguien me observa en las entrañas de la oscuridad. Escucho pasos. Volteo lentamente y no hay nada, solo el mismo sendero que nunca termino de recorrer. Continúo caminando, a ver si de casualidad encuentro una bifurcación que me lleve a una población. No hay nada, empiezo a perder la esperanza, camino cabizbajo, con menos entusiasmo. De pronto se oye un ‘’Tsss’’, volteo asustada para todos lados, sorprendida veo una sombra que corre de un árbol hacía otro. Echo a correr sin importarme a donde. Volteo y la sombra me persigue, corro aún con más fuerza. Aguzo el oído, ya no me persiguen, es más: todo se ha quedado en un silencio espectral. He dejado de correr, me dedico a oír y a observar. Estoy alerta. Nada, no se escucha ni se ve nada. Sólo distingo el sendero que me lleva al infinito y unos cuántos árboles. Me detengo un poco, estoy cansada, alcanzo a ver un árbol frondoso, perfecto para descansar. Voy hacía el, me recuesto, pero tengo miedo de dormir y que la sombra me encuentre, pero estoy muy cansada, cierro los ojos. El sueño me vence.
Escucho pasos. Abro lentamente mis ojos. Ahí está esa sombra, siento sus miradas tenebrosas. Viene por mí, me ha perseguido desde mi infancia, en mis sueños, en mi casa, en el súper. Tenía que huir, pero me ha encontrado. Ya no puedo seguir evadiéndola. Viene hacía mí. Sólo cierro los ojos y me abandono en la oscuridad de su abrazo.
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