-Me hubiese gustado ser el amor de tu vida- dice de pronto.
Siempre suelta cosas así, sin aviso. La tonalidad lóbrega de su voz me sobresalta. Durante un momento que parece interminable, la sangre huye de mi rostro y mi corazón sube a mi garganta.
El sol de la tarde otoñal brilla sobre su cabello dorado y sobre la barba rubia que ha comenzado a crecer en su rostro. Si entorno los ojos lo suficiente, parece como si la luz del atardecer le arrancase brillos de oro a su piel.
Una tristeza horrible me invade de pronto, como si un presagio oscuro como el ala de un pájaro se hubiese cernido sobre nuestras cabezas.
Él me mira y esboza una sonrisa algo macabra
- Muchos hombres te amarán, y serás la mujer de 50 años mas hermosa del mundo- dice, más al aire que a mí.
Quiero reirme, pero sé que sonará forzado. ¿Cuánto sabe este pálido muchacho sobre mí? ¿Sobre mi misión en la tierra? Porque a diferencia del resto de personas, yo he nacido con un propósito.Yo no tendré nunca que dar tumbos por el mundo buscándo para que nací, que se puede hacer con mis manos, o con mis ojos, o con mi sangre.
-Bueno- digo con una mueca-Podrías ser el amor de mi vida si no fueses tan amargo.
Mis intentos por sonar divertida han fracasado, él solo está mirándome, echado en el pasto, jugueteando con el césped entre sus dedos, acariciándolo y luego arrancándolo de golpe.
Luego de unos minutos de pesado silencio, se abalanza sobre mí y me hace el amor. Los arbustos del cerro son mudos testigos de la forma trágica en que toma mi cuerpo, tirando de mi cabello de tanto en tanto, deteniéndose en medio de un beso para escudriñar mi rostro con sus ojos inquisitivos, como si me estuviese tratando de leer la mente, para luego volver con un gemido sofocado a esconder la cara en mi cuello, para morderme, para susurrar en mi oído.
Lleva un rato dormido a mi lado cuando vislumbro al espíritu mayor sentado en una roca distante. Su blanco rostro está elevado al cielo, con los ojos cerrados.
Cojo mi ropa y me visto en silencio, antes de ir hacia él. No hemos hablado realmente desde que dejó morir a la chiquilla de las trenzas rubias. Cuando pienso en ella, un escalofrío recorre mi espalda, el olor de las flores vuelve a mis recuerdos, el rostro enloquecido de la madre, los gritos de la gente. Pequeños detalles que no puedo olvidar distraen mi mente. Estoy tan absorta en mis pensamientos que no he notado que el espíritu mayor lleva un rato observándome.
Sonríe ante mi sobresalto.
-Hueles a tierra húmeda y flores, Bicha- dice simplemente.
Algo en mí se quebra al oírlo. Trepo a la roca con agilidad y recuesto la cabeza en su regazo. Una leve cosquilla en mi frente me anuncia que el está haciendo algo muy parecido a acariciarme. Dentro de sus límites físicos se le ha permitido muy poco. Sólo un pálido esbozo de lo que sería el calor del contacto de una piel, una caricia, un beso.
-Te odié mucho- digo con un gemido ahogado- Pensé en no volver nunca.
-Todos hubiesemos muerto entonces. Si no hubieras vuelto. Nos hubiesemos desecho en el aire- susurra.
Sintiendo su contacto extraño sobre mi piel fantaseo sobre ello,como he hecho durante estas últimas semanas en que no he venido, y la misma punzada de esperanza y miedo me atenaza las entrañas, un anhelo delirante.
Vuelvo a soñar sobre que pasaría si simplemente me niego, si ya no vuelvo, si le doy la espalda a mi misión milenaria. Si reclamo este cuerpo como mío. Pienso en como sería no ver mas los ojos azules y la alta figura del espíritu mayor, el cabello de un rubio casi blanco, el severo traje negro, el rostro hermosamente demacrado. En llegar a ser esa mujer de 50 años que el Piojo quería que fuese. Siento algo crecer en mi vientre, una sensación visceral de rebeldía y tristeza. Y me odio al instante, porque sé que el espíritu mayor sabe lo que estoy pensando. Debe leer el ansia en mi silencio, el anhelo hirviendo en mi sangre, a una frecuencia en mis venas que él quizá puede oír con tanta claridad como si se lo hubiese dicho.
-Habláme Bicha, por favor-susurra alarmado.
De pronto a mi alrededor el bosque parece encogerse cuando me incoporo.
Siento las lágrimas atenazarme la garganta antes de que incluso viajen a mis ojos. Hablar entonces me provoca una sensación de dolor físico espantoso.
-Lo amo-digo mirándo el cuerpo plácidamente dormido del Piojo y siento tibias las mejillas de lágrimas- Quiero tener 17 años, llorar por tonterías, tener mal humor en la escuela, sentir que mi cuerpo es mío, mi existencia, mía.-golpeo suavemente mi pecho con el puño cerrado- Mi destino, mío. No puedo seguir viendo como la gente muere a mi alrededor como si fuese parte de un plan que es por mi causa. No quiero ser tu llave encarnada, no quiero ser la llave de nadie. No quiero sentir dentro mío esta necesidad que ustedes han puesto, de bailar, de venir y hacer todo esto.
Mis palabras se quedan resonando en el aire, sin respuesta. Lo he dicho por fin. Ni siquiera sabía que lo sentía, que podía decir mi deseo tan claro. Quiero decirle que me de unos años, para vivir mi vida, para probar lo que es ser simplemente una niña, pero sé que no tiene sentido.Me detengo antes de si quiera proponérlo.
De pronto, con la carga ya expulsada, me siento mortalmente cansada. Podría hacerme un ovillo en esta roca y dormir durante meses.
El rostro del Espíritu Mayor, refulge con un brillo plateado. Sus ojos azules tienen la expresión mas triste que he visto y aunque sé que él realmente no tiene un cuerpo o un rostro con el que expresarme nada, siento su dolor como si viniese de la misma tierra bajo mis pies. Y durante los minutos restantes así parece ser. Los arbustos se agitan presas de una brisa abrupta y violenta, sus brazos-ramas parecen querer alcanzarme y al mismo tiempo huir de mí. Siento en mis oídos el zumbido y los gemidos de cada creatura del bosque, cada cosa sobrenatural susurra mi nombre en un patético coro acusador. Pero no hay odio en sus voces, solo una profunda decepción.
-Vamos a morir, todos-dice el espíritu mayor abrumado y soprendido, como si le hablase a alguien más, no a mí.
Y entonces me doy cuenta de que ya no me importa.
-Tu no sabes lo que es morir- digo con saña- No puedes saberlo si nisiquiera has vivido.
Me levanto bruscamente y justo cuando voy a descender de la roca con un salto, el espíritu mayor se ensancha en una luz brillante y violeta junto a mí. Retrocedo alarmada y doy un mal paso. Estoy cayendo de bruces de la roca cuando la brillante masa de luz en la que se ha convertido me envuelve. Estoy rodeada por ella y suspendida a metros del suelo. Puedo ver el cuerpo del Piojo desde arriba, dormido. E inconciente del daño que podría causarle saber lo que soy, abro la boca para gritar su nombre. El espíritu mayor aprovecha aquel momento, y haces de espesa luz violeta entran por mi boca, sofocándo mi grito, bajando presurosas por mi garganta.
Floto adolorida en masas de pequeñas corrientes y pellizcos que corren por mi cuerpo. Siento como si cayera, y mi estómago da un vuelco, estiro las manos en reflejo para asirme de algo, algo que me sujete, mientras subo y subo en una demente espiral de cegadora luz. Pero cuando siento en mi cuerpo la oscuridad de la inconciencia, no hay nada a lo que aferrarme. Nada.
(....continúa) |