En realidad es ese miedo a fracasar el que nos ata, aprisiona, y no nos deja ser o hacer lo que deseamos. Plantéatelo. En ese momento clave, el día “d” la hora “h” en la que decidiste invitarte a un café y hablar contigo mismo, lo tenías todo decidido, sabias lo que querías, como lo querías y si apurabas un segundo café, incluso sabias como conseguirlo, pero cuando terminaste de quitar los pequeños cristales de azúcar de la mesa, el miedo al fracaso se apoderó de ti, como una niebla densa, que no te deja ver, que te obliga a quedarte quieto por miedo a golpearte, caerte o peor aún, perderte. Y así es como vuelves al punto de partida, estático y hundido, ya que esa carga inútil no te deja avanzar, y evolucionar.
Fracasa, lánzate, arriésgate, no te aseguro la felicidad, pero si te aseguro que serás le dueño de tu vida.
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