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Cuando conocí a Nina era demasiado tarde para cambiar su destino. Contar su historia es contar una historia de tristeza.

Tal vez Nina no hubiera notado que era diferente a los demás niños si sus padres no se hubieran esmerado tanto en ocultar su defecto: sus feos pies. Por tanto tiempo la fórmula de las calcetas negras y zapatos anchos funcionó. Dentro de la misma casa le era prohibido por su madre que se quitara los zapatos con las excepciones de cuando fuera a la cama o que sus calcetines olieran feo; como si a la misma persona que la engendró repudiara aquel defecto. Nina no comprendía el asco que generaba en las demás personas el ver sus pies, se encerraba en el baño de su cuarto para observar sus pies de talón a meñique, de meñique a pulgar y de pulgar a talón buscando la razón del rechazo de las personas que ella quería. Por mucho tiempo no encontró esa razón, sin embargo parece que el tiempo y los comentarios de las personas que los habían visto le hicieron creer que realmente tenía los pies más feos de este planeta. Vivió pues toda su infancia escondiendo sus pies al mundo, escondiendo sus sentimientos mientras su tío Edmundo le arrebata las últimas pizcas de inocencia tocándola, escondidos en el armario, abusando de ella. El autoestima de Nina caía lentamente como las decembrinas plumas de nieve caían en su patio.

Cuando tuvo la edad para hacerlo huyó de su casa, buscando una nueva oportunidad, comenzar de nuevo olvidándose de aquel pueblo en el cual ya todos conocían su defecto. Ella no tuvo ningún problema en hacer amigos y pronto caer enamorada de un tipo llamado Karlo. A nadie debía de extrañarle que este hombre se enamorara también pronto de ella pues Nina era hermosa como pocas, pues parecía que su sonrisa venía de las estrellas, sus ojos del fondo del mar y su voz del eco de las montañas.

Todo parecía resuelto en su vida, Nina amaba cada vez mas a Karlo, por momentos hasta se le olvidaba a ella el defecto de sus pies. Él fue conociéndola poco a poco hasta dominar el tema “Nina” por completo; sabía que ella no soportaba que alguien le mirara directamente a los ojos sin cambiar de color sus mejillas, que le causaban cosquillas los besos debajo de su nuca, que su color favorito era el gris y gustaba de rascarse las rodillas después de bañarse. Sabía todo de ella excepto que sus pies eran feos, pero ella pensaba que esto no iba a obstaculizar la magia de su relación. Estaba equivocada. Él la abandonó tan pronto conoció sus grotescos pies. Ella había decidido aquella noche entregarse completamente a Karlo, desnuda frente a él estaba ella cuando él la miró por primera vez de cabeza a pies, y este, desnudo también, al ver su notable defecto se comenzó a poner la ropa, le dijo: < < Lo siento, no puedo hacerlo, no quiero verte más. No eres parte de mi futuro > >. Nina inmóvil vio en un chasquido cómo aquellos miserables días de su vida estaban por retornar, sabía muy bien por qué huía Karlo pues él notablemente venía de una familia de pies bonitos, mientras ella cargaba con la pena de tener los pies más feos. Lágrimas eran las que viajaban por sus mejillas, le removían poco a poco el maquillaje, mientras Karlo salía del cuarto.

Los sueños de Nina siempre venían con una pincelada de angustia. Uno de ellos era ella encerrada en un cuarto oscuro lleno de escaleras, en el alto techo se podía ver un tono menos opaco, ella intentaba subir los húmedos peldaños de las escaleras pero siempre resbalaba de ellas, siempre volvía a caer nuevamente al fondo de aquel profundo cuarto con techo que parecía estar en el infinito. Sentía desesperación y angustia.

Las circunstancias en las que conocí a Nina definitivamente no fueron las ideales, como dije en un principio ya era muy tarde para cambiar su destino, o no sé si me diga esto para no sentirme mal por haber tenido la oportunidad de haberlo cambiado. El taladrante sonido del despertador de la casa de a lado se escuchaba hasta mi cuarto, no era nada normal pues eran las cinco de la mañana, llevaba quince minutos sonando y tenía una importante presentación el día siguiente en mi clase de neumática. Yo me había mudado apenas dos semanas atrás y no había tenido la oportunidad de presentarme con mis vecinos como siempre lo hago. Me paré de la cama, me puse mis zapatos y salí enfurecido siguiendo la pista del sonido de aquel despertador. Como lo sospechaba era la casa de a lado. Toqué con fuerza y nadie me abrió. Decidí brincarme la barda, lo más seguro era que nadie estaba en ella y habían dejado la alarma puesta accidentalmente. Al brincarme la barda la pude ver por su ventana, jamás olvidare aquella escena, ella yacía en el suelo, en un principio pensé que estaba muerta, rompí la ventana y súbitamente me metí a su casa. Estaba hinchada, toda morada, vistiendo un camisón para dormir y calzoncitos negros. Todo el lugar olía a alcohol, rodeándola quedaban fragmentos de vidrio que no provenían de la ventana que acababa de romper, si no de las tantas botellas de vodka barato que había tomado. Nervioso le toqué el cuello en búsqueda de su pulso pero no lo encontré. Tomé su teléfono que no estaba muy lejos de donde ella estaba y marqué para que viniera inmediatamente una ambulancia. Me acerqué a ella y la tomé entre mis brazos. Estaba fría como un hielo, le daba delicadas cachetadas para hacerla reaccionar pero no lograba nada, tomé con mi puño su muñeca para buscar una prueba de que aún tenía vida, pero el taladrante sonido del despertador no me dejaba concentrarme. Fui y lo apagué. Volví, me senté de nuevo y por fin encontré su tímido pulso. Sonreí mientras abrazaba su frío cuerpo. La ambulancia llegó por ella y yo la seguí. Velé toda la noche hasta que despertó.

Recuerdo cuando entré a su cuarto y le expliqué como había sucedido todo; ella me lo agradeció apenadamente. Dos semanas después fuimos a tomarnos un café y lo continuamos haciendo por meses, en ese tiempo ella me platicó toda su vida: los abusos de su tío, el rechazo de sus padres, de cuánto amaba a Karlo y cómo este la abandonó, de sus sueños de angustia, y por supuesto de sus pies feos.

Me encantaría volver el tiempo atrás y decirle tantas cosas antes de que me abandonara. Me encantaría darle un masaje a sus pies mientras le confieso que la amé desde el momento en que cacheteaba sus frías mejillas para volverla a la vida a la vez que su despertador taladrante sonaba.

Mi semestre escolar terminó y yo me fui sin despedirme de ella. Siempre he sido malo para las despedidas (o talvez muy bueno). De regreso en mi casa, diciembre pasó desapercibido y yo engordé en el como siempre. Pensé mucho en Nina, quería hablarle por teléfono, escuchar su voz, pero nunca se lo pregunté. Esperaba con ansias regresar a la universidad para verla, pero al volver eso no sucedió. La casa donde ella solía vivir ahora estaba habitada por un par de estudiantes de Monclova, les pregunté por ella pero no supieron darme referencia alguna. Pregunté a su arrendatario pero tampoco tenía idea. Jamás la volví a ver.

Noto que sigo diciéndome eso, que cuando la conocí era demasiado tarde para cambiar su destino, pero en realidad no se cuál fue este. Talvez me digo esto para justificarme y en realidad quiero decir que cuando la conocí era muy tarde para cambiar mi destino: el no tenerla. No sé qué fue de Nina .No sé si volvió a su pueblo donde todos la despreciaban o se fue a recorrer el mundo con mochila en hombro como ella siempre quiso; sin embargo siempre que pienso en ella trato de imaginármela como la veo en mis sueños.

Puedo verla a lo lejos, la reconozco por su silueta, pero no es de carne y hueso sino hecha solamente de azúcar, la veo caminar mientras mete sus bonitos pies en el océano, lenta y delicadamente, sigue caminando mientras el furioso mar y ciertas brisas costeñas la van desvaneciendo, pero esto no la detiene, poco a poco queda menos de Nina pero ella con las manos viendo al cielo encara las fuertes olas. Al final no queda nada de ella más que sus dulces huellas. Siempre la sueño como esa estatua de azúcar que quiso endulzar el mar. Sus pies en realidad eran feos, pero eso a mí no me importaba

Texto agregado el 15-08-2004, y leído por 537 visitantes. (1 voto)


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