La envidia se le instaló en el corazón.
No sé lo que le pasará.
Prosigo.
Con más de uno, con más de una en su cuerpo, para reforzar esa personalidad que tan diagnosticada había sido.
Y que tan poco importaba.
Prosigo.
Se fue, y se le extraña porque se fue. Cuando quiere volver - y créeme, lo intenta - abruma, se quiere que se vaya.
Prosigo.
Los otros, allá están, más cuando hay miel, menos cuando no. Pero siempre están, son pocos, son muchos, pero siempre alguno.
No importan.
Prosigo.
El héroe sale del cine, de pronto comienza a llover. Pasa por su lado el grupo lindo, en sus transportes de primera y seguro, en su mente, está pensando en que le tiraran monedas desde sus corceles.
Así de pena se da.
Prosigo.
La otra, triunfante, número uno. Rozagante de confianza y seguridad. Así es, no puedo describirla con mas detalle. Pero si con luz, tanta que ciega.
Molesta, motiva.
Prosigo.
Es de arquitectura débil, de malos cimientos y techo de vidrio. Claro que cree que el papel mural tapa todo. Pero no tanto... en rigor todo el mundo sabe, sabe que este es una farsa. Triste farsa.
Cansado.
Prosigo.
Por ahí se dice, y es de sabiduría popular, que en el fondo - fondo está la felicidad (¿estoy mezclando proverbios?). A mi me hace sentido, porque el verano me indica que no falta nada para que lleguen los tiempos malos.
Yo.
Nada más. |