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Luz para el comino parte 6

Duncan llegó en cuestión de minutos. Me vio en el carro me abrió la puerta y me dio un fuerte abrazo diciendo que sentía mucho lo de mi madre.
-¡muñeca! Lo siento mucho.
-gracias. – le dije y pasamos al restaurant que lucía casi vacío.

Nos sentamos en una mesa a un lado de la ventana donde se pude ver como rompen las olas del mar.

-¿cómo estás? – pregunta el algo temeroso.
-mal. ¿Tú sabes cuando el dolor se termina? – le pregunté
-se apaga. Con el tiempo se va apagando. – queriéndome aguantar las ganas de llorar no pude
-cariño tienes que perdonar a tu padre. Una, para que él pueda descansar en paz. Dos, hazlo por ti, y tres, por tu madre para que también descanse en paz. El perdón es un proceso para sanar las heridas del alma. Todos algún día vamos a pasar por el perdón tarde o temprano

Sus enormes brazos me rodearon por la espalda, alcancé a oler su masculina loción. Sinceramente me dolía mucho lo que estaba pasándome, quería disculparme por ser tan dura y fría con Duncan, el, tan amoroso, atento, respetuoso conmigo y yo no lo valoraba. Enfrente de nuestra mesa estaba una pareja que compartía un helado napolitano. Él tomaba helado y ella sin permiso tomó un poco de helado, los dos se reían. Si mi madre hubiera echo eso, mi padre le hubiera dado tremenda paliza.

-¿en qué piensas? – dice él.
-en nada importante – dije – solo espero saber en qué momento empezaran a pelear. Mira esa pareja ha de tener 40 años juntos, yo sé que han de vivir peleando. No hay pareja que no viva peleando – dije con orgullo.
-¿no estarás hablando en serio? – reprime Duncan.
-estoy harta de todo lo que me está pasando mi madre murió, me quedé sin dinero. Estoy harta de que me digan lo que tengo que hacer.
-¿sabes? ¡El harto aquí soy yo! Estoy harto de andar detrás de ti. Estoy cansado de hacer maromas para llamar tu atención, eres precisamente igual a tu padre.
-¡no te permito que me compares con el! – le reclamé
-claro que te pareces, no estoy dispuesto a seguir soportando tu indecencia. Te quiero Sandy. Pero esto me está colmando la paciencia – sus ojos se llenaron de lágrimas pero resistió.
-bien. Tal parece que hasta aquí llegamos – tomé mi bolso y me fui digna, con todo y mi pijama.

Regresé a casa de Marisela mi hermana a las 6:30
de la mañana. Marisela estaba despierta sentada en la mesa de la cocina con una tremenda sonrisa. Claro que se traba de mi cuñado.
-hola buenos días – dije.
-hola. ¿Dónde andabas? – dice mi hermana
-salí temprano a dar la vuelta
-¿en pijama? – pregunta con sarcasmo. – ¿sabes? Regresé con mi marido.
-¿qué? – Solté tremenda carcajada – ¿tu? ¡No te pases! ¿Por cuanto te compró?
-¡oye! ¡No me faltes al respeto! – exclamó ella. Dentro de mí, me dije obvio hicieron el amor.
-ya somos felices – dice mi hermana muy feliz.
-¿qué? – no puede ser que hallas regresado con él. ¡Se fue con una prostituta! No sabes si tiene alguna enfermedad. Estos problemas no se resuelven en la cama.
-¡basta ya! Estas en mi casa – grita ella – sírveles el desayuno a mis hijas.

Por la noche se realizó una misa en nombre de mi madre y se depositó en el mismo lugar donde estaba el hombre que lo odió toda su vida. Mi padre.

Al salir de la misa mi hermana y su familia se fueron a su casa y yo me quedé en el panteón. Fui a ver a mis padres. En especial a ese hombre por el cual me da miedo acercarme a cualquier hombre porque no quiero que me pase lo mismo que a mi mamá. Le llevé un ramo de gladiolas. Fue entonces donde hice lo más difícil de toda mi vida. Perdonar a mi padre.
-ok. Te perdono. ¿Sabes? No puedo seguir andando por la vida cargando este peso. Sabiendo que yo te odio. Sin embargo no soy quien para juzgarte puedes descansar en paz tú y yo estamos bien. Besos.

Me fui a casa de mi hermana tomé mis cosas me despedí de mi hermana de mis hermosas sobrinas cerré la puerta y emprendí el vuelo de regreso a casa valle córdoba. Me daba miedo enfrentarme a la realidad. Había perdido a mis padres, mi dinero y a mi novio.

Fue tan corto el viaje en el momento el que puse un pie en valle córdoba Tenia la puerta de mi casa enfrente de mí. Metí la llave, abrí la puerta y una ráfaga de viento frío toco mi piel. A pesar de que hace calor en el pueblo yo tenía frío. Camilo corrió al pequeño jardín y yo revisé la contestadora y tenía cero mensajes. Me sentía una bastarda al saber que Nadia me había extrañado. Abrí la llave de la regadera y me fundí debajo de ella. Salí, me puse mi pijama en color blanco, me metí en las cobijas y mi compañero de soledad se recostó a un lado mío. De la nada Salí de la cama y llame al hotel camino real, pedí la habitación 303 pero él ya se había ido. Me sentía completamente sola. De nuevo apague las luces y sentí como poco a poco la oscuridad me iba comiendo. De nuevo me levanté y llame a la doctora Isaura para que me atendiera. Por la mañana a primera hora estuve en el consultorio. Mi sorpresa fue haber visto a mateo sentado en el sillón de la doctora. A si es el mismísimo señor, Dios estaba en ese lugar.

-¿pero qué haces aquí? – dije
-pues Isaura me encargó tu caso. Lo hace cuando tiene pacientes como tú. Difíciles.
-oye. Perdón por asustarme el día en que murió mi madre.
-no te apures. Me enteré lo que pasó ayer. Dice tu padre que gracias por las gladiolas.
-¿pudiste hablar con él?
-sabes. Lo que necesitas es aceptar que te equivocas, pero tampoco hacer parte de tus problemas a la gente que rodea. Tu problema es que no dejas que nadie se te acerque. Puedes estar al lado de cualquier hombre sin que te lastime. De ti depende que no se repita la historia pero eso no implica que te quedes sola. Que un hombre esté a tú lado no quiere decir que tiene poder sobre ti. Al contrario está para ayudarte. Son el soporte del otro. Deja que se acerque a ti. Abre tu corazón. Él no tiene la fuerza suficiente para derrumbar ese muro que tu haz creado. Sabes a quien me refiero. Acepta la ayuda de otros. No seas orgullosa. – dijo mateo. Se levantó de la mesa

-¿a dónde vas? – dije
-otras personas me necesitan.
-¿pero volveré a verte?
-tengo diferentes personalidades ya lo veras.
- lo acompañé a la puerta y se fue.

Al día siguiente fui al banco para poder arreglar lo de mi dinero. Cundo me senté enfrente del consejero. Me dijo que tenía cero pesos en mi cuenta. Todo el dinero que tenía y lo perdí, por no atender mi problema. Si lo reclamo tal vez me metería en un problema más grande. En casa ya con los ojos de sapo cuetero mi hermana me dejó helada con lo que me dijo.

-Sandy te doy mi dinero. El dinero que tengo ahorrado desde hace muchos años. Lo guardé para el tiempo de vacas flacas. Creo que te hace falta.
Continuara…

Texto agregado el 15-07-2013, y leído por 186 visitantes. (0 votos)


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