Desinformada
Son las doce, escucho el cañón del cerro Santa Lucía en medió del centro neurálgico de Santiago de Chile, el aire frío me corta casi la respiración, la humedad se ve brillosa y gélida en los pálidos rayos de luz invernal, camino detrás de un grupo de manifestantes convocados por la central única de trabajadores, yo no soy parte de la manifestación, sólo estoy ahí por casualidad, por no ver el noticiero con tanta información negativa que me agota, no me enteré que habría una marcha por las calles del centro… solo unos pasos más y estaré en el edificio municipal donde debo hacer un trámite…
Un ruido ensordecedor me acelera el corazón y me aprieta el estómago, todos comienzan a correr en una estampida loca donde los letreros, pancartas y banderas son estorbo o armas según sea el caso, un aire ácido y doloroso me penetra los pulmones y un chorro de agua sucia sacude mi cuerpo dejándome tirada en el suelo, me recogen dos hombres y casi en andas me llevan corriendo hasta parapetarnos detrás de un quiosco de diarios, que se remece con los golpes del agua que tira el “guanaco”, visto de rojo porque ese color me agrada en invierno y siento menos frío, pero los manifestantes se confunden y me gritan ¡Animo compañera! Mientras mi pobre existencia chorrea agua y suciedad por doquier, mis ojos rojos y llorosos casi no ven, los “compañeros” me acogen me dan limón para aliviar mi mareo y me meten dentro de un edificio, entre la puerta principal y una mampara que permanece herméticamente cerrada, donde me dejan para ellos seguir corriendo y gritando consignas con el resto de la muchedumbre.
Me recupero lento y veo que estoy en el edificio municipal, vacío y un letrero que dice “cerrado por adhesión al paro nacional”, me siento en el piso y espero que se calmen las cosas, salgo de ahí con la mejor intención de tragarme las noticias de ahora en adelante, me subo al subterráneo que va en dirección a mi casa y algunas buenas personas me rehúyen por que mi ropa apesta a agua sucia y lacrimógena.
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