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Cuando Alicia decidió trabajar en lo de Pipo, no fue porque su empleador pagara más de lo habitual, sino debido a que sus tres bocas para alimentar superaban cualquier desagrado que tuviera a estar de pie todo el día.
El almacén de Pipo se llama “La Alegría”, y no hace honor a su nombre.
Su dueño, italiano, de origen hace cincuenta años que está radicado, y añora irse de nuevo a sus pagos.
-este país de mierda- murmura, son todos corruptos,
- Ja Ja digo, como si en algún lugar del planeta no los hubiera.
Alicia traía y llevaba los cajones de cerveza Quilmes, y con su bufanda larga y su pullover negro, parecía más gordita de lo que en realidad era.
Alicia tiene treinta y cinco años. Tuvo tres parejas de las cuales nacieron tres nenas. Un solcito cada una.
Y ella trabajando y dejándolas con Toti, su madre, que también llevaba una cruz sobre sus espaldas: su hijo Benjamín, discapacitado mental, en una silla de ruedas, sin control de esfínteres, y sin emitir vocablo, sino guturales.
-Es lo que me dio Dios, murmuraba Toti, con exquisita resignación.
Pipo albergaba sentimientos hostiles al país que lo albergo, pero de los otros, mas humanitarios y emotivos hacia Alicia.
Es más quería concubinatiarse con ella.Estar con ella. Ese ser dulce, dócil, que miraba siempre para abajo.
Pipo quería una familia como todos su vecinos, hijos aunque sean adoptivos, pero también de los otros, pero una familia, al fin. Había construido un mini imperio con segundo piso, una esquina era suya del pueblo de "La Loma".
Y pasaron los meses, y Alicia estaba cada vez mas cansada, de ir y venir con los cajones y de ser repositora en el almacén.
Pipo la perseguía para que sucumbiera a sus deseos, puros, desinteresados, y sobre todo para cobijarla bajo sus alas de inmigrante ingrato.
Pasaron cinco meses. Y un día, Alicia no llego a su trabajo como todos los días. Pipo estaba muy preocupado.
-Y si le paso algo, estaba muy rara últimamente, y un tanto gordita, bajo su atuendo en pleno invierno. Con eses pullóveres anchos largos, y su mirada indefensa y claudicante.

Cuando esa mañana apareció Don Humberto y contó:
- Camino al hospital de Don Hinojo, una muchacha ha dado a luz en el colectivo, no la han podido llevar, hasta el mismo nosocomio. Ha tenido una nena en pleno trayecto.
Pipo siguió con sus actividades, hasta que tres días, después Alicia entro a su local, llevando a la niña en sus brazos.
Desde ese día Pipo ya tiene una familia…

Texto agregado el 12-07-2013, y leído por 155 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
24-07-2013 UN relato envolvente, interesante, dulce...bello. Un abrazo. gsap
17-07-2013 bueno finalmente Pipo logró lo que queria. jaeltete
12-07-2013 Un relato dulce, con el condimento de un vivir que, por cotidiano, resulta a veces desapercibido. Una historia de vida, de muchas vidas anónimas que la luchan a diario. Buen texto, me gustó. Salú. leobrizuela
12-07-2013 Toda una historia en un relato que de tan interesante, me pareció corto. Un beso.***** MujerDiosa
 
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