Atardecer ingrato e infame, me condujiste hace un par de años
hacia una diosa seductora y vendedora de ilusiones mundanas.
Cierro los ojos y el pasado se desvanece lentamente,
pero renace con cada palabra que escucho en mis sueños;
palabras de la diosa, ingenuidad mía, fuiste vejada por esas confesiones nocturnas
donde desfilaban frases de neón que harían que cualquier arquitecto devorador de paisajes
se replanteara sus convicciones y cayera desplomado
sobre tus catedrales construidas con esas hermosas mentiras.

¿Para qué? ¿Para qué realmente? Vienes y vas, te arrepientes seguido.
Eres el delirio voluble de una ciudad con muchos habitantes sin amor,
eres tu propia cal ocultando el mal hedor de tu terrible ambivalencia.
Podría inhalar el tiempo y contar tu historia hasta el final,
podría hablar de la circularidad y tus clichés que conforman tu bitácora existencial,
podría vomitar infinitos "nunca digas nunca", podría herirte
y lo sabes bien diosa de los suburbios superfluos.

Hay una pasarela interminable que te pretende,
lo intuyo y tu lo confirmas, pero cometiste el error irreconciliable
de dejar entrar a un ingenuo con alma y sombra de poeta hacia tus campos
floridos y anegados de mitomanía, ese descuido que pasaste por alto
te seguirá el resto de tus días y en cada uno de tus renacimientos
para mantener el equilibrio de lo miserable y lo menos miserable
que suele ser el tiempo de los seres humanos.

Hubiera preferido el descaro, la sabiduría, la confrontación y revelación
de tu alma cuando en tu pasado sórdido navegabas con tu color sonrosado sobre este mundo,
el lado oscuro de tu convicción fue pasajera, extirpaste el rosa mucho antes de mi aparición,
como algo premeditado, como aguardando mi llegada.
Huiste como siempre, te arrepentiste como es tu costumbre
y volviste a ti misma naufragando hacia tu verdadera y terrenal existencia.

Recuerda que por un instante tu corazón se abalanzó sobre mi
como las olas del mar y recorrió 1350 kilómetros una madrugada de Mayo,
abriendo una grieta entre tus verdaderos sentimientos y tu pueril racionalidad;
huyó de tu razón, feliz y pleno. Por esa máxima epifanía parte esencial de ti,
y la que más me interesa siempre me pertenecerá.

Y la Gorgona Euríale, sigue con su alquimia equívoca del amor.
Deidad inmortal, tu sabes perfectamente
que siempre conseguirás lo que quieras, porque ningún Perseo podrá desafiarte jamás
como lo hicieron con tu hermana.
Sentada en una esquina desconocida, aguardarás nuevos condenados
que cumplen con tu singular exigencia transitoria.
Y así mismo vas hilvanando futuros réquiem para alimentar tu ego.

El viento del sur viene hacia mi, me acaricia suavemente y me hace fuerte, el pánico se diluye,
la sangre vuelve a recorrer mi cuerpo con total indiferencia y la existencia
me abofetea un nuevo amanecer.
El tiempo siempre corona los buenos deseos, pero esta vez, yo haré lo mío,
sigilosamente como un felino, estaré aguardando tu llegada
y reconocerás mi desahucio eterno, como un contraveneno para tu veneno
atractivo y seductor. Y recién ahí, todas las mujeres que habitan en ti,
sabrán con holgada tristeza, lo que significa liberar el lastre de tu compañía efímera,
y lamentarás que quien creyó en ti sin prejuicios y te miró desde lejos
con ojos de esperanza eterna y verdadera,
se haya ido de tu lado...pensándote
no ya como una Deidad inmortal
sino como una simple mengana.
Y cuando el rumor de los años y el tiempo acaricien tu auto-indulgencia, y tu delantal blanco
se fije en los ojos tristes de las sombras que te esperan...tu corazón me recordará.