Cuento basado en el siguiente hecho policial.
http://www.emol.com/noticias/nacional/2013/04/26/595685/la-transformacion-de-ramon-castil lo-de-nino-explorador-a-lider-de-una-secta-asesina-fd.html
SUPERNOVA
Por Samuel Tapia N.
—Llegas tarde –le susurré al oído.
Él buscó dónde nacía la voz con espanto en su rostro. Viajó miles de kilómetros intentando escapar de la mirada de quienes lo conocían, en especial de la mía. El idiota no esperaba encontrarme en esa plaza peruana. Mucho menos inclinado sobre su hombro con tanta facilidad y sutileza. De un salto intentó alejarse de mí. Creía estar seguro en un país distinto, vistiendo del anonimato. Decidí calmarlo hablando más pausado.
—Descuida. Estoy desarmado. No necesito armas para convencerte que no puedes seguir escapando– le sonreí.
Apenas cometido el crimen intentó huir. Perderse por la montaña, pero el hedor de la culpa se percibe a la distancia. Fácil de seguir para mí. Se mantuvo inmóvil, abstraído de la realidad. Seguro estaba drogado, bien, eso facilitaría las cosas. Sumo mis palabras que se hacen cómplices de la ilusión. Llenó de miedo y dudas. Mi presencia lo convirtió en una marioneta y a mí en su guía.
Controló sus nervios. Sacó un poco de valentía y preguntó.
—¿Acaso vienes a ayudarme a terminar con esto?
—¿Ayuda? ¿Después de lo que hiciste? En serio estás mal de la cabeza. No, estimado Ramón, yo sólo te observaré y me aseguraré de que tengas lo que mereces.
—¿Cómo sabes mi…?
—¿Tu nombre? Eres una celebridad. Estás en todos los carteles de “se busca” de la policía chilena. No sé si darán una recompensa por tu captura.
Seré honesto contigo, que lees esto. Cualquiera sea el precio que puso la PDI por la cabeza de este sujeto, siempre me tuvo sin cuidado.
—Y ¿Quién er…?
—¿Quién soy yo? ¿De qué te sirve mi nombre? Pero si con responder te animas a avanzar, llámame Samuel. Recuerda que se te agotaron las opciones y que es tarde.
Se puso en marcha delante de mí. Aún dopado y la voluntad de una oveja obediente. El sol se escondía a nuestras espaldas. Mi sombra crecía feroz sobre su miserable persona. Temblaba de frío, temblaba de miedo. Sádica combinación. La soledad se apoderó de Cusco esa noche. La única música era la de nuestros pasos.
—¿Dónde vamos, Samuel? –Habían pasado horas y la droga perdía su efecto.
—Shhh. Tú deber en esta parte de la historia es caminar.
Repitió la pregunta, ya lúcido. Negándose a dar un paso más. Quería saber mis intenciones. Me miró y volví a sonreírle con mayor cinismo.
–Eres un idiota si aún no lo captas. Otra cosa más –una pausa —Mentí.
Me aseguré que no hubiera un alma alrededor. Mostré mi mano izquierda empuñando un revólver a la altura de la cintura. Siempre salgo de casa con una garantía. La vida está de locos afuera, no importa que ciudad sea ¿Qué no ven las noticias?
Comenzó a llorar. A rogar por su vida. Que comprendía la atrocidad de sus actos. Que lo entregara a las autoridades. Que todo se le fue de las manos. Encendí un cigarrillo y comencé a tararear alguna melodía sin ritmo. Para que comprendiera que desde el principio estuvo condenado y que sus lloriqueos me valían un huevo.
–Esto pasa por meterse con mi familia. Ahora a lo tuyo ¡Camina!
Tras avanzar por algunas callejuelas llegamos a una vieja casa, específicamente al patio de ésta, dónde esperaba un árbol solitario. También había una cuerda. Sería la última corbata que usaría Ramón. Le ordené se subiera a un montículo de piedras pequeñas y que envolviera su cuello con la soga.
—¡Por favor! –comenzó nuevamente sus ruegos con sollozados balbuceos.
—Era una criatura inocente. Aún ¡Era mi hijo y tú lo arruinaste todo!
—¡Lo sé, lo sé. Lo siento de verdaaagh...! –Lo empujé. Las piedras se desparramaron y su cuerpo tuvo espasmos mientras trataba de acostumbrarse a flotar.
—Te gustó el juego de ser profeta ¿cierto? Incluso cambiaste tu nombre por el de una estrella. Ja, ¿y qué obtienes? Te dirán loco y asesino de por vida –Sus manos trataban de soltar el nudo tras su nuca. Tarea temeraria para cualquier escapista y Ramón no era Houdini, era un imbécil.
Comencé a discursear frases que atravesaban mi cabeza.
—Ironía. Hermosa palabra. Pocos saben definirla o practicarla a voluntad. La sociedad es irónica. También lo son la riqueza, la vida, la muerte, el tiempo ¡Todo es irónico, para quien aprenda a leer entre líneas! Perdón ¿decías algo, Ramón?
—Aagh…
—Mírate, ni lo suficiente libre para ser un animal ni muy cabrón para ser algo divino. Creíste ser la imagen y semejanza de Dios o simplemente no crees en nada.
Tire del gatillo un par de veces sólo para mostrarle al moribundo, que el arma siempre estuvo descargada. Noté cómo se le escapaba la vida de sus ojos. Su boca abierta desesperada pidiendo aire y la lengua inclinada para un lado. Grité una carcajada burlesca como nunca en siglos se escuchó.
Los brazos de Ramón cayeron pesados. Antares finalmente se apagó. Su cuerpo era una veleta humana. La muerte no limpiaría todas las heridas. Sería una nueva cicatriz para mi colección. Milenios juntándolas. Una práctica que no parece detenerse. Mi hijo no debía morir a manos de este imbécil, pero sólo es otro retraso para lo inevitable.
Amanecía. Cumplida la venganza, me levanté y grité en dirección a la luz “¡Tu mensajero ha muerto!”. No me preocupó llamar la atención de vecinos. Abandonaría el lugar antes que llegaran. Sin dejar rastros. Los medios dirán que se trató de un suicidio. Una de las ventajas de ser yo. Giré hacia el cadáver.
—Y tú. Tú eres sólo un nuevo fracaso de la humanidad, para dar con la verdad. Lograste salvar a quienes te llamarán monstruo. ¿Injusto? No. Irónico. Pero aún siendo un desgraciado no creas te guardo lástima.
Desaparecí.
Algunos pensarán que mis actos son correctos. ¡Ja! Ni siquiera tú, lector, entiendes el significado de justicia. Es fácil disparar veredictos y disfrutar la ejecución de los condenados, echado en tu cama, con tu barriga fofa o tus bolas marchitas por tanta radiación. Televisores repitiendo la muerte en cámara lenta. La humanidad entera me da asco. Cae el telón y buscarán otro chivo expiatorio, para sentirse éticos y morales.
Otros verán una historia de venganza y a mí como un tipo frío y calculador. ¿Cómo puedo torturar calmadamente al asesino de mi hijo? Me niego a responder a eso. Leer entre líneas les aconsejé. No busco satisfacer a todo el mundo. “Quedar bien con Dios y con el Diablo” como dicen ustedes. Dudo fue un acto divino lo que me guió, así que no le debo nada a Dios y ¿Qué pasa con el Diablo? se preguntarán...
¿Qué acaso aún no te das cuenta de quién soy?
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