D. Juan Ferreira, era lo que podemos definir como… un poco cacique, por carácter y poder económico(era el más rico del lugar con grandes influencias en el Gobierno de Madrid), nadie se atrevía a llevarle la contraria en aquella pequeña aldea Gallega de finales del siglo XIX, a sus 70 años contaba con una salud de hierro de la que alardeaba a la menor ocasión y daba fe con sus actos, mantenía satisfechas a varias mozas lozanas, cuatro para más señas, de las cuales tenía amplía descendencia a saber... salían a 5 retoños por barba (a más de una y de dos le hubiese venido bien una pasada del barbero, en la vertiente profesional, que os conozco) aunque esto era vox populi, nadie osaba a manifestarlo públicamente por miedo a represalias.
El Sr.Ferreira estaba casado como lo manda la Santa Madre Iglesia con Dña. María Castiñeiras, santa mujer que soportaba cristianamente todas las infidelidades de su esposo, de las que era cumplidamente informada (con pelos y señales) por su fiel criada Amancia, dueña de un enorme “corazón bien intencionado” al que no se le espacaba ni el vuelo de una mosca, el matrimonio Ferreira había sido bendecido con una única hija a la que criaron como a una autentica princesa y a la que desposaron cuando alcanzó la edad de “merecer” con D. Federico, rico terrateniente de una aldea colindante, de esta unión nació Serafín, muchacho tímido y apocado donde los haya, la sola idea de tener que estar en presencia de una mujer le hacía sonrojarse hasta la raíz del pelo y cuando la tenía delante tartamudeaba de tal forma, que en la aldea se murmuraba que era tonto (la más extendida) o de la acera de enfrente (con menos adeptos).
El abuelo conociendo el historial y preocupado por el nieto, cuando este cumplió los 18 años, movió todas sus influencias y envió al chico a la universidad de Santiago a estudiar obstetricia y ginecología, pensó,- Si de esta no se cura de su timidez con las mujeres, es que es un caso perdido- pero estaba seguro que su plan daría resultado.
Aquella mañana D. Juan estaba nervioso, su nieto había regresado a casa con un diploma de médico licenciado en Ginecología bajo el brazo, fue recibido como un héroe y ofrecieron una gran comida a la que fue invitado lo más granado de la aldea, las colindantes y limítrofes, al chico había que promocionarlo, cuando estaban en pleno brindis por los futuros éxitos del recién licenciado, una doncella muy misteriosamente se acercó a D. Juan y con enorme discreción soltó algo en su oído, este dejó la copa sobre la mesa y dirigiéndose a su nieto muy solemnemente dijo:
-Serafín coge ese maletín tan caro que te he regalado y sígueme, tu carrera acaba de empezar.
El muchacho busco inútilmente protección en sus progenitores que se estaban rompiendo las manos aplaudiendo como el resto de los invitados, sabía que todo era en vano la palabra del abuelo era como palabra de Dios, por eso hecho un mar de nervios obedeció sin rechistar.
Pasaron seis horas desde la partida de abuelo y nieto para asistir a la joven parturienta que había sido anunciada durante la recepción, todos los invitados permanecieron en sus puestos expectantes para felicitar al debutante, finalmente ambos hicieron su aparición, tristes y cabizbajos, la abuela se atrevió a preguntar…¿Qué paso? Serafín al borde del llanto fue incapaz de articular palabra, respondió el abuelo…murió la madre, murió el niño y el padre se suicidó.
Pasaron varias semanas y nadie había vuelto a requerir los servicios de Serafín, una intempestiva madrugada llamaron a la puerta de la casa de los Ferreira, se presentaba otro parto, el abuelo que tenía un sueño muy ligero fue el que atendió a la persona que estaba ante su puerta, un aterrado marido que suplicaba ayuda, era imposible trasladar a su mujer a la cuidad hasta la mañana siguiente y al parecer “la cosa no pintaba bien”.
Don Juan arrastró de la cama a su nieto que se agarró a cuanto mueble tenía a su alcance para impedir que su abuelo lo obligase a asistir a otro parto, pero todo fue inútil, la fuerza del abuelo era proverbial, ante los gritos de Serafín todos los habitantes de la casa se reunieron en el salón, solo se escuchaba el llanto de Serafín y la fuerte voz del abuelo-¡!TU VAS, POR MIS MUERTOS QUE VAS!!-
Y …fueron, abuelo y nieto, ya había dado las doce en el campanario de la Iglesia, cuando regresaron a la casa, el abuelo fue el primero en entrar, orondo, satisfecho fumando un gran puro, el nieto entró unos segundos después, nuevamente preguntó la abuela ¿Qué paso?...respondió el orgulloso abuelo con su potente voz –ESTA VEZ SALVAMOS AL PADRE-
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