Súbitamente abrió su ojo izquierdo, ni tres metros había recorrido aquel lagarto desde que sonara el bocinazo de salida, así que se desesperezó, estiró los brazos con soltura, dió media vuelta y siguió roncando mientras masticaba un tallo de margarita.
Las lunas menguaron soñolientas, surcaron valles esplendoros repletos de flores silvestres y diminutos parasitos desparasitadores donde los campos de oro centelleaban como olas embravecidas batidas por el más austral de los Eolos, escalaron albinas y perpendiculares sierras como cabras enceladas en la cresta de su apogeo y cacareo, el mar angosto se tiñó de rojo moscatel con el sudor de cada rostro marcado por las cicatrices de los tiempos más remotos.
Nuevamente la ágil sonambulista abrió sus ojos, despacio, paulatinamente caminaba al son de los latidos de su compañera.
-Tortuosa carrera, mi amiga, voy por un refresco ¿me esperas? - dijo señalando el árido y desamparado horizonte que les aguardaba antes de alcanzar la meta.
Algo jadeó la pequeña oruga mientras que a su compañera le crecían las orejas... con gesto ceñudo y una velocidad espasmódica cruzó varias fronteras haciendo caso omiso a las advertencias, su fe era ciega y su competitividad austera... quería llegar, pero montada sobre ella.
Por otro lado, el esteril desierto que en taciturna soledad recorrió la pequeña fiera fue toda una proeza para toda su especie, que no su especialidad, pero a trancas y barrancas, con una pata rota como la cucaracha, la lengua fuera desextasiada, llagas en sus deditos y en sus muelas por tanto tragar polvo como una aspiradora, y con abruptas secuelas de toda una era que dejaron mella desde su panza hasta su rabadilla divisó la linea de llegada.
Toda la fauna gritaba emocionada "¡Animo pequeña! aunque en primera instancia nadie había apostado por ella.
Un frenético furor se dibujó en sus iracundas pupilas que no dudaron ni un ápice de millón de milésimas o micras después de tanta milla, la malicia en su sonrisa, y el desenfreno en sus caderas hicieron el resto. Corrió y corrió, rompiendo su promesa.
Vitores y aplausos la rodearon gloriosas y eternas horas... miró su reloj,y en efecto, las horas, seguían siendo horas, capítulos de sesenta minutos o tres mil seiscientos segundos y viceversa (creo, ahora no estoy suguro)...
La marabunta se despidió, flores de todos los colores se desmatizaban a su alrededor, un medellón de oro pulido con un numerito impreso colgado del pescuezo, y una copa de turquesas y malaquitas postergaron su turbia y tan ansiada sonrisa.
Transcurrió la noche, petrificada en su igneo rictus amaneció de sopetón, fue entonces cuando la vio... a su sombra digo yo...
La liebre enarcó una ceja confundida ¿dónde estaba toda la peña? Le dió un beso en los morros a la tortuguita en señal de enhorabuena, y tras echar mano a su cantimplora ríos de frescor surcaron su ascuada laringe corroída, y con un simple guiño de complicidad le escupió a la cara un gargajo a su compañera.
"Ahí te quedas, campeona"
Cincuenta grados a la sombra, a la sombra de la hiperactiva zanahorias achicharraron a la vencedora (o sanguijuela). |