Ella era linda, ¡hermosa!, la belleza le salía por la voz, por el cuerpo, por la boca; y yo lo supe, con mis oídos, con mis ojos, con mis manos: era la visión más hermosa. Original, tímida, alocada, femenina, distinta, liberal, conservadora. Lo supe esa noche, que no habría otra persona para mí, que no importa lo que quisiera el destino, la suerte o la vida, ella era para mí. Y no es que sea un imposible; es que yo no puedo atreverme ahora, porque de repente tengo todo que perder, y todo por ganar.
Si fuera una persona valiente, de esas que prefieren vivir mientras el corazón les late, a morir en vida, tal vez lo haría, pero de hoy en más, tengo todo por perder: ella, y no puedo (¡no quiero!) arriesgarlo todo. Por lo menos al no tenerla me queda el sueño, la fantasía, la esperanza, pero si lo intento, si lo intento y la pierdo, lo mismo me daría morir pues ya estaría muerta; pero ¿y si no pierdo? ¿y si lo gano todo? , entonces daría lo mismo morir, morir en ese instante de gloria.
Le doy cada latido de mi corazón, los que fueron, los que están y los que vendrán; le doy cada persona a la que amé; le doy mis talentos, mis defectos, mis errores, mis aciertos, mis buenas y malas intenciones; le doy todo lo que viví, amarrado a mi futuro y mi presente; le doy todo por ese soplo de cielo; lo que soy, lo que fui y lo que seré, por un beso. Y es que yo sí sé lo que le diera por un beso: todo, se lo doy todo, hasta lo que no tengo, mi alma, el alma de los que amo si pudiera, la omnipotencia de Dios, la vida eterna si la tuviera; todo por un beso.