Te herí, me heriste,
te fallé, me fallaste;
somos distintos… (quizás no)
y el tiempo pasó e hizo su trabajo
y el inevitable destino llegó,
no sé si justo fue y a ambos nos abofeteó;
pero esta preciosa vida,
hermosos regalos nos otorgó.
Cada quien por su cuenta
con su vida entre las manos,
el recuerdo se queda
en el triste y alegre pasado.
La vida su marcha siguió
el egoísmo y ese orgullo tuyo nos separó,
pero en la vida, como a Cronos,
Las Pléyades, y a Artemisa,
Zeus a ambos nos castigó.
No pido ya yo perdón diáfano;
si no soy quien para negarlo.
Estas líneas a destiempo
son para decirte adiós
y con adiós te extiendo la mano.
Te deseo musa, compañera, vigía y amante
que aunque no estuve en esos días
cuando debí ser tu compañero,
te abandoné sin remedio
y de tu lado partí,
pero también tú me alejaste,
en tus ojos lo vi, lo presentí;
lo asentí con desconsuelo,
sin remedió el viaje emprendí.
Lo nuestro... campos secándose
de azaleas, nomeolvides y alhelís
algún día bellas florecieron
pero como todo en su ciclo
se marchita, termina o llega a morir,
cual impetuosas estrellas fugaces
cayendo al alma, destrozando ayeres estelares,
creando vacío, donde hubo risas y sensatez,
remoliendo a cenizas los ayeres
revolviendo recuerdos olvidados;
trayendo al presente lo que atrás dejamos,
resquebrajando los astros que atesoramos...
Pero hoy humilde y sinceramente
te deseo con la fuerza de mi débil corazón
que seas feliz de nuevo inmensamente
y caminos tranquilos y mansas aguas encuentres
que avances sin detenerte, sin prestar atención
al pasado y recuerda que a donde siempre deseaste…
llega con sueños y con tu inspiración.
Alejandro Ornelas |