No entiendo

Te vi caminar con pasos decididos, distantes y seguros mientras la densa niebla de ese mes de agosto, te absorbió por completo. Saliste esa noche para no volver, sólo recuerdo vagamente nuestra última conversación, me diste la gracias y no dijiste por qué, sólo cerraste la puerta sintiéndote herido no sé de qué. No me dolió tu ausencia, no sentí tristeza, quizás alguna nostalgia de tus caricias, quizás un poco de frío cuando comenzó a nevar.

Traté de retener en mi memoria tus formas, pero tu rostro se me escapaba, sólo tus manos de hermosos dedos estaban presentes, corriendo ligeras sobre el teclado del piano y tu cabello un poco largo rizado y rebelde que cubría tus orejas y tu barba incipiente rozando mi piel. No te amé, no me amaste, no me debías nada, yo a ti tampoco, no dije nada entonces, me pareció que era el recorrido natural de un adiós anunciado y nada complejo.

Lo nuestro fue pasión, desahogo, lujuria, soledad, dale todos los nombres que quieras, pero no le llames amor. Por eso no entiendo que haces hoy en mi puerta pidiéndome una explicación.