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La oruga subió a la rama más alta del árbol, tejió un capullo de seda fina, se cobijó dentro y se echó a dormir. Tiempo después emergió del capullo una mariposa de alas vastas y coloridas. Los insectos que moraban en el árbol la miraron arrobados. La mariposa cayó en cuenta de su extraordinaria belleza, extendió las alas con cierta ceremonia y comenzó a volar; pasó revoloteando sobre los maravillados insectos. Ensimismada por su desempeño aéreo, la mariposa no vio la telaraña que la apresó; los insectos volvieron apresurados a sus actividades cotidianas y la araña que había estado observando a la mariposa pensó: «La belleza no mira más que así misma». |
Texto agregado el 03-07-2013, y leído por 295 visitantes. (4 votos)
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