ELOGIO DE LA BUDA OSCURIDAD.
Ahora sé por qué Buda cierra siempre cada ojo,
por qué sus manos y dedos nunca le imploran al cielo,
y, como si los perdiera, cuerpo y piernas en el suelo:
a oscuras, sin pensamiento, observa al yo en su manojo
de falsos sueños, deseos, de vanidad y de miedo.
Del vacuo ajedrez del mundo aprende humilde y pasivo:
sin derrotas ni victorias, viaja libre del lesivo
llanto de las piezas blancas o las negras en el ruedo.
Muere y nace a cada instante, sin importarle si vino
de un creador, del bigbang, sin maestro y sin camino:
nada busca, ni la gloria, ni teme al fuego, al infierno,
pues sabe que solo existen si los inventa el cerebro;
como sabe que la luz nos engaña, y lo celebro,
me invita a cerrar los ojos y a ser mi propio cuaderno. |