UN PARTIDO DE JUEGO PELOTA
Días pasado emitieron en un canal de televisión una reposición de la película Evasión o Victoria, film dirigido por John Huston en 1981, la cinta cuenta como un grupo de presos en un campo de concentración nazi, durante la segunda guerra mundial celebran un encuentro de fútbol contra los alemanes, con un final muy distinto a los hechos en los que están inspirados, si en el film los presos consigue la evasión, en la realidad aquellos jugadores en su mayoría pertenecientes al Dinamo de Kiev, murieron a manos de sus aprehensores, ya que tuvieron la osadía de ganar el encuentro al mejor equipo alemán de la época , la película me hizo recordar una experiencia que también tenía que ver con un encuentro de fútbol, aunque con un desenlace diferente , les cuento.
Corría el verano de 1997, estando placidamente en la terraza de uno de nuestros buenos bares, observé a un señor desconocido, mayor, de buen porte, complexión recia, enjuto de rostro, seco de carnes, alto, aproximadamente de un metro noventa. Al estar la terraza completa sin mesa o velador libre, no lo pensé dos veces e invite al forastero a que me acompañase, accedió muy gustoso. Realizadas las oportunas presentaciones mi inesperado contertulio resultó ser Ramón González Urbieta, un navarro natural de Tudela. Después de las socorridas alusiones al tiempo y demás trivialidades, entablamos conversación, Ramón resultó ser un excelente conversador, persona muy ilustrada, y a mi lo de platicar me va. En un momento de la plática, mí convidado comento: Joven hace cincuenta y seis años yo estuve aquí durante un tiempo, en circunstancias muy amargas para mí, pero a pesar de ello conservo un grato recuerdo de este pueblo, si me permite se lo explico. Preguntóme ¿sabe usted algo sobre los batallones disciplinarios de trabajo de soldados republicanos en la postguerra?, he de confesarle bien poco respondí, pero prosiga por favor, trataré de ser breve, replicó. Una vez finalizada la guerra civil, Franco se valió de una mano de obra esclava, para sus obras públicas y faraónicas construcciones como el Valle de los Caídos, miles de soldados republicanos que no se habían significado mucho o simplemente no tenían quien les avalases, fuimos condenados a trabajos forzados, redimiendo pena por cada día trabajado dos de condena. Esta zona Franco quiso fortificarla desde Conil hasta el Rio Guadiaro, valiéndose de personas como yo cuyo único delito fue defender un gobierno legítimo. Llegamos unos veinte mil hombres a Rota de toda la geografía patria, de allí fuimos distribuidos por toda la provincia, quedando instalado un batallón en las inmediaciones de Jimena.
Nuestras condiciones de vida eran inhumanas, dormíamos en unos míseros barracones, sucios, mal vestidos y peor calzados, hambrientos, donde los verdaderos dueños del cotarro eran la multitud de parásitos como piojos, pulgas , chinches y otros, que campaban por sus respetos, eso si en los gorros estaba marcada letra “D” , D de desafectos al régimen .Podíamos perfectamente perecer de hambre, para hacer frente a tanta calamidad y poder sobrevivir creamos las comunas, los que recibíamos de nuestras familias , comida , dinero, ropa etc. , lo juntábamos para compartíamos con aquellos que nada recibían . Fíjese hasta que punto llegaba el hambre que un batallón similar en Tarifa, perecieron cuarenta y un preso por comer un tubérculo salvaje venenoso, a todo ello había que añadir una disciplina férrea, donde las torturas y palizas estaban a la orden del día, el nivel lo marcaba el comandante jefe del batallón, en ese aspecto el de Jimena, tuvo una pizca de humanidad .Como le decía nuestra misión era construir carreteras, pistas forestales, obras públicas en general, recuerdo que en una colonia agrícola cerca de aquí, llamada el Tesorillo, levantamos un puente.
Pero un acontecimiento vino a mitigar nuestros sufrimientos, ese evento fue un encuentro de fútbol, por extraño que le parezca. Por las tardes, prosiguió contando Ramón, los presidarios organizábamos unos partidos de pelota, que fabricábamos de papel, ropa vieja u otros elementos, se ve que alguien con rango, le vino la idea de montar un encuentro entre nosotros y el Jimena Balompié, si no estoy en un error fue el cura del pueblo. La acepción fútbol no estaba muy arraigada, dicho deporte era conocido como balompié, hágase cuentas que corría el año 1940, pero el pueblo llano conocía esa incipiente disciplina deportiva como juego de pelotas. Tras varias selecciones nos eligieron a quince jugadores, gracias a ello descubrimos que dos de los nuestros eran jugadores del Athletic Club de Bilbao, concretamente Cocinero y Salido, a mi quizá por mi envergadura me asignaron el puesto de guardameta, que no era de mi agrado , por supuesto que lo acepté sin rechistar , so pena de sufrir un severo castigo.
Y llegó el día del encuentro, domingo por la tarde, puedo asegurarle que no faltó casi nadie , el llano donde estaba ubicado el terreno de juego se quedó pequeño, aquello fue todo un acontecimiento, improvisaron con unas tablas una especie de estrado donde se sitúo el alcalde con su camisa impecable de falangista, el cura, el médico, el teniente de la guardia civil, demás autoridades y por supuesto nuestro comandante jefe, no se de donde aparecieron prendas deportivas para nosotros, eso si el jersey de portero me quedaba muy pequeño. Presentaron batalla los entusiastas jóvenes jimenatos, a pesar de Cocinero y Salido nos costó ganarles. Al margen del resultado, lo verdaderamente importante fue el calor humano con que nos recibieron la mayoría de jimenatos, aplausos no solo dirigidos a sus paisanos, sino también a nosotros, voces de animo, por unas horas recobramos la dignidad de personas, la cual nos habían arrebatado el día que fuimos apresados y posteriormente condenados. Finalizado el choque la multitud se agolpó sobre los dos equipos, abrazándonos, estrechándonos las manos, felicitándonos, agradeciéndonos poder haber presenciado un partido de pelota, posiblemente porqué durante el desarrollo del encuentro , se olvidaron de la triste y cruda realidad.
Existió un antes y un después ,a partir de ese día la disciplina se relajo , nos permitieron en grupos de a diez, vigilados por dos soldados, visitar la población , resultaba increíble el cariño que nos dispensaron , mayores, jóvenes, mujeres, ancianos, niños, jimenatos en general, todo era amabilidad, nos regalaban, lo que buenamente podían, no hace falta recordar que la población en general estaba inmersa en una terrible hambruna, no obstante daban lo que tenían, una fécula que llamaban “ moniatos”, plantas silvestres comestibles , inclusive mendrugos de pan, en la actualidad puede parecer poco pero el esfuerzo era grande , para nosotros los presidarios era mucho, no había casi nada que llevarse a la boca . Con ese trato las gentes sencillas, de manera silenciosa, no podía ser de otra forma, tácitamente nos demostraban que no éramos peligrosos elementos subversivos como el régimen quería hacer ver, simplemente se trataba de jóvenes defensores de la libertad y la legalidad.
A principios de 1942, cuando aún faltaban unos meses para redimir mi condena, mi padre logro un aval de un alto dirigente falangista amigo de la familia y pude volver a Tudela. Me lleve en lo más adentro de mi alma el recuerdo, el mejor de los recuerdos de un pueblo noble y generoso como Jimena. Le soy del todo sincero a partir de aquel entonces no ha amanecido un día que no me venga a mi cada vez mas maltrecha memoria esta bendita población y sus maravillosas gentes, por eso estoy hoy aquí, porque le debía al menos una visita.
Quedamos en que le mostraría la localidad para la siguiente jornada, comenzamos por la parte baja, Ramón apenas hizo comentarios, no recordaba esa zona, muy distinto fue cuando accedimos al casco antiguo! Dios está casi igual!, exclamó , que maravilla, estas casas blancas con sus patios llenos de flores, las calles de corte andalusí y ese majestuoso castillo en todo lo alto , amigo en que lugar mas bonito vive usted y que buena gente hay dentro, apostilló.
A la otra mañana muy temprano le acompañe hasta la estación del tren, cuando fui a despedirme le ofrecí la mano, el navarro me abrazo con fuerza, sus ojos comenzaron a brillar, yo no articulaba palabra alguna.
Hasta pronto Ramón, hasta siempre me respondió, era fácil intuir que Ramón se despedía de Jimena, que no volvería nunca más al sitio donde le obsequiaron con unos bienes intangibles, de valor incalculables, como son la amistad, el cariño y la generosidad
Estuvimos carteándonos bastante tiempo, sigo reprochándome no haberle visitado, faltando a mi palabra, las cartas cesaron y nuestra relación se enfrió, di por supuesto que mi amigo navarro habría pasado a mejor vida. Pero hace pocas fechas, recibí una carta de Iñaki el único hijo de Ramón, que me comunicaba la muerte de su padre a la edad de noventa y cuatro años, me contaba que hasta el final de sus días estuvo lúcido, que nunca dejo de recordarnos. Les transcribo el final de la misiva
Para finalizar decirle que en el ocaso de su vida recibió una enorme alegría, que le colmó de satisfacción, vino al mundo su primera biznieta. Que por expreso deseo suyo muy gustosamente le pusimos por nombre Jimena.
Atentamente: Iñaki González
Se puede ser generoso dando poco. De todas las variedades de virtud, la generosidad es la más estimada.
|