Pienso, existo. Existo, pienso. Jamás comprendí a aquellos que se decantaban por un dicho o por el otro. Yo, para ser sinceros, no sabría elegir; pues no lo sé, pero por ese mismo motivo, no puedo negar la posibilidad de que antes de existir, pensase.
En mi corta vida, en el mitad del camino de ida hacia la muerte (a pesar de que, en realidad, acabo de salir de casa), mi mente ha viajado como si se tratase de una vuelta al mundo a pie. Con detenimiento, curiosidad. Hasta el cansancio. Ignorando millones de cosas, hasta perder la curiosidad.
Pero no os creais que se me da tan bien hablar de muerte... Le tengo pánico, tanto, que el día que me toque correré con todas mis fuerzas y escaparé. A mí jamás me meterán en un cementerio, lleno de personas cuya imagen y concepto se ha convertido en algo literario, en un cuento horrible. Así al menos lo veo yo, a mí jamás me convenció ese cuento.
Pero, es culpa mía? No nacemos vacíos, como copas, dispuestas a ser rellenadas con el vino más dulce? Sólo que, a veces, el vino es amargo.
Tampoco defiendo que mi vida haya sido un funeral. No, eso jamás. Pero las circunstancias son la ropa que nos ponemos. Nadie anda desnudo, todos perdemos parte de nuestra esencia innata cuando la copa comienza a llenarse. Ahí, justo en ese instante, pueden venir los problemas.
Yo nací pura y libre, sin embargo me apresaron, como la paloma que lleva un anillo en la pata, como el pez que deja de ser pez para convertirse en pescado.
Tampoco digo que me odie; yo no me odio. Ni odio al que llenó la copa. Mi queja solamente es que el vino me cayó amargo. No sé de quién es la culpa. No sé cómo quitarle la anilla a mi paloma, que palpita fuerte dentro de este pecho delgado.
Dónde quedarán, me pregunto ahora de madrugada, las ganas de subir incondicionales y fuertes, de juventud incansable? Acaso, tan rápido envejeci, que al mirar en el espejo reconozco (a veces) este cuerpo pero rara vez el interior? O es una ventana el espejo, por la cual cada vez viene a hacerme compañía una de mis muchas versiones? |