SIN RETORNO
Por Benariel Pinto

-¡Despertate, inconsciente. Levantate!
Sí, ya me despierto. ¿Cómo te va, amiga? Buenos días.
-¿Qué tal te trata la vida, loco? ¿Cómo está tu ánimo?
-Mal, ¿dónde estás que no me doy cuenta? No hace mucho que reapareciste. No te veo.
-¡Aquí, loco! ¿Dónde voy a estar? Somos los únicos que estamos en la suite. Si mirás por el espejo vas a verme.
-No se me había ocurrido. Ya me fijo.
-Decime, ¿por qué te sentís mal? Contame tranquilo, estamos solos y nadie puede escucharnos.
-Me siento raro, como si fuera otro. No te lo dije, pero necesito que te quedes para siempre. No me dejes solo.
-¿Qué querés decir con que no te deje? Después de usarme tantos años, te salís con esto. ¿Para qué querés que me quede siempre?
-Me lo recomendó el psiquiatra. Y es parte del tratamiento. Me dijo que es la única forma que tengo de zafar.
-Entonces, seguí sufriendo, loco. Mentalmente, no saliste de la cárcel. Cuando laburabas (1) en ese asunto, vivías engañándome y me usabas. Finalmente te metieron preso, y después te largaron. Yo estoy aquí, porque soy curiosa, pero me siento libre. Recuerdo que antes de comenzar ese laburo, te dije que no te enganches, que vas a terminar mal. No me escuchaste. Me hablaste sobre la obediencia debida, los valores sagrados, el terrorismo. Pura charla. Ahora querés que me quede. No creo que haya argumentos para convencerme. Yo también cambié.

-¿Me dejás hablar? Estuve mucho tiempo en cana. Al principio aguanté estudiando La Biblia, sin embargo no me daba cuenta que estaba enloqueciendo. Ahora, escuchame con atención y te voy contar como lo viví cuando arrancó mi locura.
Un día, uno de esos ortibas(2) que andaban por los pabellones me vio peleando con mi sombra. No me dejó hablar y me llevó al sótano. Ahí me atendió un psiquiatra, ¡todo un caballero! Pude explicarme bien. Entendió cómo yo mismo producía sombra sobre el texto y también pude demostrarle que corriéndome de lugar pasaba lo mismo. Me dijo: pibe, perdiste la razón. Pero no te preocupes que con unas aplicaciones, quizás algo recuperes. ¿Regresar?, me parece que no. ¡Pero quién sabe! Me habló como un gentleman, pausado, bien. En la camilla pasé al sector de relax. Al rato empezaron con el tratamiento. Me pusieron de espaldas atado a la cama con una goma en la boca. Primero sentí cosquillas y después unas sacudidas de terror. No te imaginás, nunca había temblado así. Me sentía como uno de esos terroristas, cuando yo les aplicaba la máquina. Lo hacía para que cantaran(3). ¿Pero a mí, para qué?

-¡Sos un perverso!, loco, es lo mismo que les hiciste a cientos de idealistas con la picana. Te creíste un Dios del Olimpo(4). Siempre había excusas para torturar. Ese psiquiatra lo único que logró es hacerte recordar algunos crímenes. Decime, ahora que creés que podés zafar de las tinieblas, ¿nunca pensaste en lo repugnancia de lo que hacías? ¿Cómo llegaste a ese extraño lugar? Lo único que te digo es que no voy a quedarme para siempre. Sólo vendré para que recuerdes. Soy una conciencia diferente. Yo soy la jefa de todas las conciencias y me dedico a esos que les gusta andar en esos lugares siniestros de los que nunca se regresa.
-Basta, por favor, terminala. No me tortures. ¡Tampoco quiero recordar más!
¡Esperá!, parece que otra sombra me está buscando.
-¡Loco! ¡No soy ninguna sombra! Soy el guardia del sector. ¿Otra vez estás hablando solo? Bueno, de todas formas, vestite. El capitán me dijo que te trasladan. Podés hacer una llamada a un familiar.

REFERENCIAS
(1) Laburo, trabajo, tarea, empleo
(2) Ortiba, voz lunfarda que viene de Dortiba, (Batidor), alcahuete, delator.
(3) Cantaban, delataban, contaban.
(4) Olimpo, nombre de uno de los campos de concentración argentinos.