Hoy caminé por aquel sendero que solíamos recorrer tu y yo tomados de la mano en mis sueños.
Era una tarde aromatizada por los jazmines que rodeaban la vereda, me sentí cansada y me senté sobre una roca bajo un árbol, el viento sopló y mis cabellos se posaron sobre mi cara obstruyendo el aire que respiraba. Delicadamente los aparté y los puse detrás de mi oreja izquierda, justo en ese momento observé una silueta que caminaba desde el lado contrario hacía mi. Con su paso suave y delicado avanzaba rápidamente, mi corazón se aceleró y mientras se acercaba contuve la respiración.
-¡Hola!- dijo el tímidamente
-¡Hola!- respondí yo titubeando mientras mordía un mechón de cabello que al levantarme había caído nuevamente sobre mi cara.
-Veo que estas aquí- dijo él mientras estiraba su mano derecha para entregarme una flor morada, una violeta que nacía junto a los jazmines del camino.
No supe responder, actué por instinto y estiré mi mano para tomar la flor, sutilmente la llevé hacia mi nariz, su olor entre dulce y amargo me causó un mareo, esperen, no fue el olor de la flor, fue el aroma del chico que se había acercado un poco más a mí, se inclinó y quitó una hoja seca que se había acomodado sobre mi cabello. Lo miré cautelosamente -gracias- dije titubeante.
-Gracias a ti por estar aquí-
-¿Cómo sabrías que estaría aquí?- comenté yo justo en el momento en el que me perdía en sus ojos color miel Mi mirada recorrió su rostro, un mechón de cabello rizado cubría una parte frente amplia, su nariz recta, su mirada suave y sus labios carmesí.
-Yo...simplemente lo sabía, porque este camino lo recorremos tu y yo, tomados de la mano cada noche, en mis sueños-
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