La luna y sus secretos
Conversación entre una niña y su abuelo postizo:

En una pequeña casita muy modesta de veraneo en las afueras de la ciudad, a dos cuadras del mar.

—Pronto será de noche, el abuelo prometió llevarme a la playa —recordó Andreíta. Y acercándose a él, le dijo—: Abuelo, abuelo; tenemos que ir a la playa.
—Opaa. Es cierto. ¡Vieja, nos vamos de paseo! —gritó el abuelo.
—¿A esta hora? —preguntó desconcertada la abuela.
—Enseguida volvemos. No podemos perdernos la luz de esta luna llena. Bien, vámonos Andrea.
—¡Chau, abuelita!
—De veras, qué noche tan clara. ¡Que se diviertan! ¡Cuida que tu abuelo no haga picardías, ni siquiera una copita, no lo dejes, ya sabes que le hace mal!
—Te lo prometo —dijo bajito Andrea. Y mirándose con su abuelo se hicieron una guiñada. Ambos pensaron: ¿pero si en la playa no hay Wisky ni Caña?

De camino, Andrea preguntó:

—Dime abu, ¿por qué crece el mar?
—Porque la fuerza de la luna lo atrae. Es como si… quisiera llevarse recuerdos inolvidables.
—¡Quiero ver los recuerdos que la luna quiere llevarse! —exclamó ansiosa la niña.
—No se pueden ver. Son recuerdos de cosas que vivimos, o cosas que aprendimos. Algunos los lleva, a otros los deja. Algunos se pueden contar, otros no.
—Cuéntame uno que se pueda contar. No querrás revelarme tus secretos, ¿no abuelo?
—Ya no tengo secretos, sólo he cumplido mis sueños.
—¿La luna los supo y te los concedió?
—Digamos que sí.
—Cuéntame.
—Siempre fui muy solitario, por eso quería tener una familia; tú sabes, no tengo hijos. Pero ahora tengo una esposa y una nieta. Tú; eres lo que más quiero. Esta es la más hermosa vivencia que todavía el mar no se quiere llevar.
—Te quiero tanto abu…, y a la abuela también, claro. Mi verdadero abuelo no era bueno, tú para mí eres el verdadero.
—Mira cómo ha crecido el agua. ¿Ves el palo que ayer pusimos como marca?
—¡Ay!, ¡sí, casi no hay arena, el agua llega hasta las piedras!
—Bueno, ahora…, a este otro palo lo pondremos aquí; en esta orilla, y mañana vendremos a medir para saber cuánto ha crecido el mar.
—¡Eres un genio!
—¿Te acuerdas cuando me emborrachaba?
—Claro que me acuerdo; pero aquí… ¿dónde están esos recuerdos? Abuela me decía que te fuera a buscar a lo del vecino, te encontraba en la parte del bar tomándote una copita, y me decías: “no le cuentes, es un secreto, no quiero amargarla”.
—La abuela no era boba, me sentía el olor al alcohol y no me hablaba por dos días.
—Pero ahora no te emborrachas. Recuerdo cuando venías tambaleándote, te empujábamos por aquella escalera vieja para que pudieras subir a tu pieza, ¡cuánto pesabas, abuelo! Pero sólo una copita no es nada. Ja, ja, además ahora por suerte, aquí no hay escaleras.
—Sí, ¿ves la diferencia?, ese es uno de los recuerdos de los tantos que se llevó el agua.
—¿El mar escondió tu recuerdo y la luna no lo sabe?
—A ver; ¿no te he enseñado que la luna atrae al agua?
—Ahhhhhh, ya entiendo —dijo la niña y por unos momentos quedó pensativa. De pronto rompió el silencio—: Entonces abu… cuando estaba en la panza de mi mamá, rodeada de agua y nadie me veía porque no había nacido, ¿yo estaba en el secreto de la luna?
—Oh… ¡en eso no había pensado! Claro que sí, cada niño o niña que está en algún vientre, en secreto la luna lo guarda.

Fin

Esto que copié hace mucho tiempo lo escribí. Es una pequeña parte de una historia de mi autoría cuyo título original es: "Historia de un abuelo". Hice una adaptación para hacerla más corta y le cambié el título para responder una pregunta en:
http://mx.answers.yahoo.com/question/index;_ylt=Ap3KVumqHvmQW9t6DFNrsb.Z8gt.;_ylv=3?qid=2010120116 3804AA2HeIj

Es un hecho real. La verdad es que la niña soy yo, el abuelo es mi abuelo postizo.

Él ya es, de la luna, uno de sus secretos.

Autora: Cielo Vázquez