Lunes, 24 de junio del 2013
Mi querido emperador, hoy en la fiesta de san Juan, he sentido nostalgia...
Se pasean conmigo, a través de los años y por las distintas ciudades en que me muevo, tus palabras inconclusas de final abierto y te recuerdo indómito y perverso entre los golpes que no he podido esquivar. Como un amante eterno y secreto que se pasea entre mis sábanas después de las tres, el amante silencioso que me deja ardiendo siempre, cuando es otro el que me hace el amor.
Sigo sometida a este exilio involuntario sólo porque me gusta saber que estás allí, aunque jamás estés, aunque yo ya no siga siendo la misma y mis intensidades me griten en el espejo que me he convertido en mujer.
En mi retrato, tengo los hombros desnudos y tensos porque aún cargo sobre sus contornos tu abandono.
Ni mis pechos, ni mi vientre siguen siendo los mismos, pero mi columna vertebral aún continúa siendo la misma niña deseosa de arquearse sobre tus ojos.
Mi absurda idea de cabalgar las noches más brillantes mientras fumo un “lucky strike” al que le recito tu nombre jamás ha dado resultado, debe ser porque tú, mi emperador, jamás has soñado la gloria, ni has podido ver el sol, ni al mundo junto a ti, como los he visto yo entre citrino, inciensos y velas…
Nunca fui perfecta, por eso aún me carcome el deseo en la boca para que no me olvides…
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